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Cafeteando - Por J. C. Krausse


¡Se me va el tren!


Para el que porta la banda presidencial, el tiempo es su mayor adversario, sus obras faraónicas inconclusas; un aeropuerto AIFA sin vuelos, solo cinco al día sin conexiones, ni rutas alternas de salida y llegada, únicamente la estatua de Felipe Ángeles y el mamut para ir de visita y recreación; una refinería que no refina nada y un tren Maya sin planeación de cambios de ruta, con amparos de por medio por los ambientalistas, dueños de los terrenos, ejidatarios y que se ha comido de los impuestos de los Mexicanos, según las proyecciones, 200 mil millones de pesos, con 20 mil árboles talados, significando un ecocidio, más la sepultura de cientos de cenotes en su tramo y pérdidas valiosas de riqueza prehispánica.


“Cómo viste mi estrategia legal”, pregunta un Andrés Manuel en pantalón corto y camisa de manta, remojándose los pies en un cenote maya que será estación de su caballo de hierro. “Mi leguleyo presidente, ¡genial!, declarar un proyecto turístico cómo de Seguridad Nacional, el tren Maya va, el ejército feliz, feliz, feliz; una dádiva de usted, cómo que la ley es la ley”, responde un Choco haciendo buzos en la caverna acuática prehispánica.

“Así es mi asesor y fiel amigo Choco, mi tren es mi mayor obra, cuando era un infante se lo pedí a los Reyes Vagos y nunca me lo trajeron, ahora que soy Tlatoani, pue’ me construí mi tren desde mi casa de Palenque hasta Tulum, ahí donde llego de Tula Quetzalcóatl y terminando mi sexenio a viajar a viajar requetecontento vendiendo mis libros, mis tamales de chipilin, mis chocolates Rocío, adobo de pez lagarto; en cada parada de mi carrusel de ocurrencias…”, le comenta un ferrocarrilero maquinista Andrés Manuel.


Un Choco pensativo, caminando por las vías inconclusas del tren Peje, reflexiona... “Mi rielero presidente de Macuspana, está como la Adelita, se le va el sexenio, se le van los años, se le va el poder y pierde el tren...”.


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