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Cafeteando Por J. C. Krausse

Marcelo

En la avenida de los campos Elíseos, el exjefe de Gobierno de un País Bananero, tomaba su café, en el restaurante del Hotel La Paiva, su mirada se perdía hasta la Concordia, es lo que el pedía, después de su arribo a París de manera abrupta, pues en la Nación azteca, los chichimecas se habían levando con sus macanas pidiendo a gritos su encarcelamiento.

Mancerita lo había traicionado; paraba su obra, sello de su Gobierno, la línea dorada, por deficiencias en su planeación y construcción, más el gran costo de la edificación de por 15 mil millones de pesos; pagos, desvios, corrupción, impunidad. Disfrutaba de su exilio en Francia, allí donde un siglo atrás muriera Don Porfirio derrocado....

Marcelo sorbo a sorbo, se deleitaba con el aroma de la bebida del grano de origen Africano; de repente se presenta ante él, una dama elegante de piel morena, muy morena y le dice en franchute: “Monsieur ¿le leo su mano?”.

Monsieur Marcelo, queda por unos segundos perplejo y como hipnotizado acepta y extiende la palma de su extremidad izquierda… “Dime pitonisa, ¿que ves? “.

La mujer observa de manera lenta sus marcas, sus líneas y responde: “Veo larga vida, veo que lo que pasa, pasará…, veo que su suerte cambiará, subirá al tren de la fortuna y regresará triunfante, veo solo bonanza”.

“Dime más, de mi futuro, de mi destino”, pregunta Marcelo. La vidente cierra sus ojos y le dice a su cliente: “Si, arregla tus maletas, estarás en Zócalo de tu País, a unos metros de Palacio Nacional, busca al Tlatoani tropical, llegarán juntos; no importa algunos pesos de tu bolsa, todo cambiará, tendrás un cargo, que viajarás por todo el mundo, serás el único y el sucesor... No olvides ser leal a ciegas, si tienes que ir a comprar medicinas a las farmacias de Rusia, Alemania, China, ve; apoya a los dictadores de Cuba, Nicaragua y Venezuela, se obediente, de ahí depende que el patriarca te ponga el aceite en tu cabeza como David a Salomón y seas la corcholata del sexenio”.

“Ufff”, dice Marcelo, “Le creo, le creo”. Levanta su celular y marca al teléfono móvil; al otro lado del charco se oye una voz chillona. “Si bueno, dime Marcelo”, contesta Mario; el de la lana trasquilada de la línea 12, “Escucha, ya no te preocupes, guarda bien los pesos, sigue en el Senado, nos va ir muy bien y requetebien en el 18 al 24; no te pongas nervioso, no llores mi muñeco de viruta con olor a petróleo, te haré Diputado y Dirigente de Morena, solo no pienses, solo acciona”. Termina la llamada.

Con una sonrisa en los labios, el Chuki Marcelo se prepara para una visita al edén de Tabasco, tierra de Chico Che y la Crisis; todo lo que la pitonisa le dijo se cumplió; feliz, feliz, feliz, Marcelo cosecha sus triunfos, solo falta la silla esa que está maldita, dijeran los caudillos.

3 de mayo de 2021, día de la Santa Cruz, 22:20 de la noche en la ciudad del ombligo, los vagones de la línea 12 caían al suelo. Heridos, fallecidos, marcaban su obra emblemática, las cruces de ese día se multiplicaban...

Al enterarse, Marcelo cerró los ojos... “¡Porque a mí!”, exclamaba, “¿Qué pasó?, Mancera me falló, es un complot de Claudia, no le dio mantenimiento, es fuego amigo”.

El Tlatoani tropical enfurecido, le llama al Choco, “Ve y busca a la pitonisa y que te diga que va a pasar con mis corcholatas”. El fiel asesor consulta a la adivina y esta le dice: “En la vida te subes al tren de la fortuna, bajas y te caes, solo que ahora, la sombra de un joven Colosio se asoma por el Cerro de la Silla”.

Caminando por la izquierda...

A Marcelo y Claudia, se los llevó el tren.




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