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Cavilaciones del Dr. Caturra

Actualizado: 2 ago 2022

Los ruidos de la noche


Por las noches cuando no quiero aventurarme a beber café he contraído la costumbre de prepararme té verde con frambuesas, sabe delicioso y me relaja bastante bien, casi puedo asegurar que me prepara para irme a dormir, si un día desea intentarlo, créame lo va a disfrutar, no va a arrepentirse.


Sirva esta cavilación para exponer uno de los asuntos más molestos y que más daño hace a la sicología, el descanso y a la salud de las personas que después de una jornada laboral ardua y agotadora busca dormir para reponer energías y con renovados bríos retornar a la rutina del día que viene.


Es detestable escuchar por horas los ladridos obsesivos de un perro desbalanceado, que habita una pobre porción de la casa en donde está arrinconado, hacinado, traumado, dañado de su conducta, abandonado como si fuese un trasto viejo más de la colección de trebejos en desuso y arrumbados en la azotea. Basta cualquier sonido, silueta o movimiento a la distancia para ponerlo nervioso, a la defensiva y detona en cada instante ese mecanismo enfermizo de ladrar, gañir sin un fin existencial, hacerlo sólo porque su vida se limita a lamentarse en un llamado que altera el sueño de quien desea reposar, pero su amo ignora (¿Para qué lo recluyó en su casa?).


Qué me dice usted de esas personas que no pueden dormir, ya sea por sufrir esa terrible condición del insomnio o porque sencillamente les importa poco su descanso ya que duermen el resto del día. Esas personas que ponen música con altos volúmenes torturando a los próximos y arman una pachanga trasnochadora; o de aquellos que realizan trabajos en plena madrugada, reparaciones usando herramientas, azotando maderos, piezas de metales, cavando, rompiendo y martillando, a estos los demás, los que respetan su reloj biológico no los quieren.


Me acordé de una vecina que con frecuencia por las noches disfrutaba de subir y bajar sus escaleras usando zapatillas, llegué a imaginar que organizaba para su ego un desfile de modas sacando sus vestidos más lujosos para modelarlos caminando haciendo el mayor ruido posible para que todas y todos supieran que existe.


Hay los que sencillamente se enojan con la vida y la familia para pelear justamente con el marco de las horas nocturnas, tiran cosas, rompen vidrios, se gritan, insultan, amenazan, recuerdan molestos los errores del pasado de los suyos y los traen de vuelta relatados con lujos de detalles con las siempre necesarias majaderías para aderezar la discusión y elevar el grado de dificultad en la reconciliación.


Un lugar especial reciben esos seres humanos que ingieren bebidas alcohólicas u otras sustancias que alteran el juicio y la percepción de la realidad, pues estos entes insatisfechos con su existencia, evaden la vida que les tocó vivir consumiendo alcohol y/o drogas, se vuelven agresivos, realizan toda clase de proezas sicodélicas e inútiles con tal de satisfacer su atrofiada voluntad.


Imagine usted a la niña o niño que está educando, fórmelo para que tenga claro lo que es estar en el mundo y respete los tiempos del deber para después acceder al placer, nos hace falta a todos esas reparadoras horas de reposo. No hablé de las patrullas, los demás servicios de emergencias, las alarmas de los autos y la delincuencia. Cavilemos.







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