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CON-CIENCIA -

Por Akin Salver



Nacida en Pennsylvania en 1923 era hija de inmigrantes polacos y desde niña le interesó la naturaleza y también la moda. Quiso ser médico, pero para poder trabajar y pagarse la carrera estudió un grado de química y entró como técnico en el laboratorio de polímeros de la gigantesca compañía DuPont; pronto se apasionó por su nuevo trabajo y olvidó la medicina.


Dedicada a buscar nuevas fibras textiles usando polímeros plásticos, en 1965 trabajaba en la búsqueda de compuestos para crear hilos más resistentes que los de Nylon para poder usarlos en neumáticos; tras múltiples pruebas decidió dejarse llevar por una corazonada e hilar una mezcla de aspecto poco prometedor.


El resultado fue una fibra que no sólo era más resistente que el nylon, sino incluso más que el acero (a igualdad de peso): el kevlar. Un nuevo polímero que ha sido utilizado en todo tipo de aplicaciones extremas, desde paracaídas y todo tipo de piezas de la industria aeroespacial a material deportivo de alto rendimiento, cuerdas superresistentes o equipos de protección (cascos, guantes, etc).


Aunque la aplicación más conocida del kevlar es su uso en chalecos antibalas capaces de detener la penetración de un proyectil y de dispersar su cantidad de movimiento de tal modo que en lugar de una herida de bala, la persona disparada acaba con un gran moretón, pero viva.


Muchos miles de personas han salvado (y siguen salvando) la vida gracias a este uso del kevlar. La química recibió todo tipo de honores y reconocimientos por su trabajo jubilándose en 1984 con el puesto de Directora del laboratorio de polímeros de DuPont. Durante su carrera y después Stephanie Kwolek actuó como mentora de numerosas niñas y mujeres en la industria y en las ciencias; murió en 2014 a los 90 años de edad.


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