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Cuarto Acto – Por: Alejandro García Rueda

Necesitamos un liderazgo terrenal



Es ahí, en la actual ciudad de Hannover, en Alemania que aun se escuchan cantos y alabanzas para el artífice de la derrota sufrida por tres legiones romanas en la batalla de Teutoburgo.


Los pantanos y los bosques se convirtieron en el escenario de la brutal respuesta germana a los excesos y vejaciones cometidos por el imperio; la potencia militar más importante de su época tenía que hincarse ante una alianza tribal que golpeó con puño de hierro a cerca de 20 mil hombres.


La efigie de Arminio, para los romanos –o de Hermann, como también es conocido– se levanta en el lugar como recuerdo del momento en que sucedió la liberación germana.


Los germanos se negaron a caer, las tribus de arivaros y queruscos lideraron una resistencia para mantener a raya a las huestes imperiales, quienes incrementaron el asalto con todo tipo de estrategias. Roma comenzó un proceso de negociación con los rebeldes, prometió riquezas y paz a cambio de rendición pero para estar segura de su lealtad, forzó a las tribus a poner a sus hijos bajo resguardo del imperio.


El imperio romano tomó esta acción como una medida a largo plazo para tener una ventaja y lograr la expansión de sus dominios a través de la fuerza de aquellos a los que consideraban bárbaros. Se metieron con el sentido de identidad de una generación, con su sentido de pertenencia y trastocaron el concepto de lo que era una familia, lo cual a la larga resulta bastante peligroso.


Entre los rehenes estaban Arminio y su hermano Flavio, que al provenir de la nobleza querusca encontraron ciertos privilegios, una buena educación y la suficiente formación militar para encarar un conflicto bélico. Cuando Arminio notó la realidad del dominio romano y el significado que para su gente tenía lo que estaba sucediendo fue entonces cuando se enfrentó a una de las decisiones más difíciles ¿Ser el defensor del imperio o ser el líder de un movimiento?


Más que dar una clase de historia, este es un ejercicio en el que podemos darnos cuenta de que la falta de libertad puede surgir de alguien con una dosis extra de voluntad para convertirse en líder.


Previo a esta colaboración se planteaba en este espacio la necesidad de contar con liderazgos diferentes. Si bien es cierto que ya no se lucha con la espada, el hacha o una lanza por delante, merece la pena reflexionar sobre lo que nos depara en términos de conducción y gobernanza.


En el mundo occidental tenemos la mala costumbre de buscar líderes con aires de alfa, seres que todo lo pueden, que parecen saberlo todo y actúan en el momento justo para salvar la situación. En México se hizo un deporte nacional, dedicarse a la compra-venta de espejos, los atributos de una persona se empaquetan como parte de una mera ilusión y si nos detenemos a pensarlo, es en situaciones como la pandemia por COVID-19 que deberíamos darnos el permiso de evaluar a ciertos personajes, de escudriñarlos lo suficiente y ver más allá de si lleva puesto o no un reloj de marca.


Arminio no era un líder todo poderoso, no observaba el mundo desde una nube o desde una posición de privilegio sino desde una condición terrenal. Sabía que podía ayudar a quebrar el sistema implantado por Roma porque lo conocía desde las entrañas; tenía claro como se movían las legiones, cual era su estilo de combate, sus virtudes y sus más grandes defectos. A medida que se corría la voz, un gigante dormido despertaba, la pregunta es ¿Quién tomará la estafeta actualmente? La caballada está flaca pero es claro que hoy se necesitan liderazgos de esa clase.


El líder querusco sumó voluntades gracias a su pensamiento estratégico, a su manejo de emociones, a una comunicación rigurosa pero igualmente sencilla y a la utilización de ejemplos prácticos y fáciles de asimilar. En sus prioridades no estaba un rédito político, sin embargo se dejaba ver cercano y suficientemente vulnerable y finalmente pero no menos importante, su discurso logró equilibrar de gran manera el dictado de su cabeza y lo que sentía su corazón. Hay cosas que por más que se intenten no se actúan ¿Quién encarna esas características actualmente?

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