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En una vueltecita que, el viejo cortador curtido por el tiempo y el trabajo, se dio por esta su tierra, dedicó un espacio para recorrer las melgas y las cañadas de sus añorados cafetales. Rodeado de compas que lo reciben con gusto, el enjuto nigromante testigo de muchos equinoccios y solsticios, les comenta que vino por la costumbre de la fiesta de San Miguel y San Jerónimo. Sin embargo no habrá fiesta por la mentada pandemia. Comenta que en su encierro, cuidándose, pudo reflexionar sobre muchos temas que nos deben poner en alerta: lo sismos, las intensas lluvias que ocasionaron inundaciones, el aumento de contagios de covid, elecciones manipuladas, la aprobación del aborto, la gran cantidad de desaparecidos, suicidios, accidentes y otras tantas cosas que ya nos parecen cotidianas y no hay gobierno que les de la importancia debida. Demasiada indiferencia e ignorancia. Pero bueno, nostálgico por la entrada del otoño que entró con el primer frente frío de la temporada y en plena temporada de “guayaba”, se muestra cordial y dispuesto. De inmediato, sin perder oportunidad, uno de los compas le pide que les platique sobre San Jerónimo y su león… A lo que le viejo sabio de las laderas, ni tardo ni perezoso, sin dudar, se arranca con su reconocida retórica y elocuencia para explicar:
San Jerónimo nació en Estridón (Dalmacia) hacia el año 347. Estudió en Roma y ahí se bautizó. De gran capacidad intelectual, puede decirse que tuvo un “espíritu enciclopédico”: filósofo, retórico, matemático y dialéctico; era capaz de hablar y escribir fluidamente en latín, griego y hebreo. Entre sus muchos logros literarios basta recordar la traducción al latín del Antiguo y el Nuevo Testamento que llegó a ser, con el título de la Vulgata, la Biblia oficial del cristianismo. En el 385, se desterró voluntariamente a Belén a donde se retiró buscando paz interior y soledad. Desde ahí, los rugidos de este “león del desierto” se hacían oír y no tenían límites, llegando tanto a Oriente como a Occidente. Son dos los aportes esenciales de este gran santo: la búsqueda de lo perfecto y la lectura y contemplación de las Sagradas Escrituras. Después de cinco lustros dedicados a la oración, la penitencia y el estudio de la Biblia, murió el 30 de septiembre del 420, cuando tenía 72 años.
En lo que respecta al león, esta figura tiene muchos y diversos significados, tantos que en la biblia es mencionado unas 150 veces en diferentes etapas (Sansón, arca de Noé, Roma, etc.), siendo ésta la fuente principal para su simbología durante la primera Edad Media cristiana. En el caso de San Jerónimo el león es un símbolo de fortaleza, nobleza y valentía, mismos atributos del santo. La leyenda, no la historia, cuenta que cuando Jerónimo estaba de retiro en Belén curó a un león que tenía una pata herida por una espina. A partir de ese momento, el león nunca se separó del santo, le ayudó y le protegió de cualquier amenaza. Para la mentalidad de la Edad Media, esta leyenda se convirtió en una metáfora de la fuerza bruta vencida por la piedad cristiana. El león no podía estar en acción de guardia, y siempre se le mostraba sumiso o descansando, para representar el dominio del ego, orgullo y la vanidad ante la búsqueda de la fe. Además representa la fuerza de la palabra…
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