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De las notas del Cortador -

A nadie sorprende que el viejo cortador, el sabio de los montes, el que se ha curtido con el tiempo, el trabajo, el conocimiento y con lo que la madre tierra produce, como el buen aguardiente; ya empezó a celebrar el fin de año y la llegada inminente del feliz año nuevo… uno de los compas que hace una pausa “el corte”, donde ya la cosecha empieza a alcanzar su mejor momento, le comenta: “Abuelo, ya empezaste el puente Guadalupe-Reyes”,.. A lo que el viejo iluminado por diversas conjunciones de los astros, testigo de muchos solsticios y ciclos civiles y bisiestos, sin dudar responde: “Ni máiz… mi puente es Concha-Reyes. Recuerdo que iniciábamos en Las Puentes con mi compa Abraham Contreras y luego en Tejerías… De ahí a las posadas de los barrios donde no faltaba el ponche con piquete, el rompope con galletas “surtido rico” y los aguinaldos con cacahuates y tejocotes; luego la Navidad, año nuevo y reyes. Cada año los barrios se unían para los acostamientos y los levantamientos. Todo eso se ha ido perdiendo”… Su comentario atrajo la atención de varios cortadores que lo escuchan con atención. No faltó quien hiciera una pregunta que pareciera tonta: “Maestro, ¿por qué si la era la marcó el nacimiento de Jesús, por qué no celebramos la navidad el 1 de enero? (¡Tómala “Chivo prieto”!).

A lo que el asceta de las melgas, el místico de las cañadas, cuya espiritualidad ha alcanzado los niveles de los planos superiores con su pragmática y ontológica filosofía; sin inmutarse por la duda, se acomoda el sombrero, se echa un trago de un pequeño calabazo, escupe con fuerza despejándose la garganta, se limpia con la manga de la camisa y se dispone a explicar:

“La vida es de ciclos. Y en el caso del calendario, no es otra cosa que una vuelta más que la Tierra da al sol. Si vamos a la ciencia, el calendario es el sistema que inventamos para medir el tiempo a largo plazo y se basa en los movimientos cíclicos del Sol y la Luna en el cielo. Estos movimientos a su vez se producen en respuesta a la rotación y traslación periódica de la Luna y la Tierra en el espacio alrededor del Sol, como lo descubrirían hace más de 400 años Copérnico y Kepler. El ciclo cuyo final celebramos el 31 de diciembre tiene una duración similar a lo que tarda la Tierra en completar una vuelta alrededor del Sol, es decir un año. Sin embargo el "año" de los calendarios en los relojes, computadores y celulares tiene una diferencia fundamental con el año verdadero o sea el año sideral como lo llaman los astrónomos. La duración de ambos años, es medida en días, es decir en términos de lo que tarda la Tierra en dar una vuelta sobre su eje. Los problemas comienzan en el hecho de que el año sideral no contiene un número entero de días. Hay un desajuste que a la larga genera los años bisiestos”…



Hasta aquí, nadie entendió nada, por lo que el nigromante y astrólogo, agorero y cabalista, continúa su cátedra: “Pero si vamos a la historia entonces tendremos que decir que la historia del Año Nuevo está relacionada con el nacimiento de Jesucristo y con la institución del calendario gregoriano en 1582. Dionisio el Exiguo, un monje erudito que vivió alrededor del año 460 d. C, defendió y propulsó la idea de contar los años a partir del nacimiento de Jesús. El monje quería honrar la obra de Jesucristo y dejar de contar los años a partir del reinado del emperador romano Diocleciano. Antes del calendario gregoriano, Europa se regía por el calendario juliano, impuesto por Julio César en el 46 a.C. Este se basaba en el año solar y trajo la división del año en 365 días divididos en 12 meses como lo tenían los egipcios. Pero a pesar de la nueva organización de los días y las estaciones, todavía se producía un desfase de tiempo a lo largo del año que no permitía la coincidencia exacta con respecto al año solar. Para compensar ese desfase, se añadió un día más al año cada cuatro años, lo que se conoce hoy como año bisiesto. Pero este sistema tampoco era perfecto y el desfase que producía se iba agrandando con los años hasta que la diferencia del calendario astronómico con respecto al civil llegó a tener 10 días. Para resolver ese problema se llega a un acuerdo para crear un nuevo calendario en el Concilio de Trento. A través de la bula Inter Gravissimas, en 1582 el Papa Gregorio XIII introdujo el nuevo calendario con lo que además del nuevo sistema, el día siguiente del 4 de octubre sería el 15 de octubre, para recortar esos diez días de desfase. Esto se logra con una nueva política de los años bisiestos. A partir de ese momento los años con 366 días se darían cuando fuesen múltiplo de 4, con excepción de los años múltiplos de 100. Pero el calendario gregoriano tampoco es perfecto ya que posee también un desajuste y cada 3.300 años se acumulan horas suficientes para un día de más. Pero la dificultad de subsanar este error y la cantidad de años que se necesitan para ello han permitido al sistema que puso el Papa Gregorio XIII, mantenerse como el oficial en casi todo el planeta”.


Como se dio cuenta que tampoco nadie entendió nada, se concretó en concluir: “No se preocupen por el origen, concrétense en aprovechar el Tiempo porque, el también llamado Cronos, se va sin sentirse y es implacable. Por eso hay que disfrutar de la vida, de acuerdo como nos enseñó el Gran Maestro iluminado y ascendido que puso el tiempo en ceros; agradecer el esplendor de la creación, cumplir con los ciclos, aprender, trabajar y servir, trascender y vivir para hacer felices a los que amamos… no hay más…”.


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