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DE LAS NOTAS DEL CORTADOR


La caja de pandora.-


Ahora sí, el intenso frío se ha dejado sentir como verdadero invierno. Hacía años que no teníamos un invierno tan gélido. Todo hace falta y hay que saber entender, aprovechar y disfrutar cada etapa que nos ofrece la naturaleza. Todo hace falta, el equilibrio se compensa, no es casual. Con este temporal, los cortadores no pueden salir a la finca en esta recta final de la cosecha. Todavía hay buena cantidad de café, pero no es posible adentrarse entre las matas con lluvia y frío porque se te entiesan los dedos y la humedad es infranqueable. Se quedan en casa haciendo trabajos, también necesarios, como afilar machetes y hacha, remendar tenates y lonas, desenredar mecates o limpiar el azadón y las tijeras de podar.


Cerca del bracero de la cocina de leña, el viejo cortador aprovecha para conversar con la nietada y despertarles el espíritu de curiosidad por el conocimiento, como su abuelo lo hizo con él. Les explica los ciclos agrícolas, las fases de la luna y la proximidad del equinoccio de primavera. A los chiquillos les encanta escucharlo.


Uno de los chamacos de la audiencia le pregunta si tanta helada, acaso no es un mal que aqueja a la humanidad, como lo es también la pandemia, la ignorancia, la indiferencia, la desidia y la pobreza. Males evidentes en todos lados. El viejo sabio de las fincas, curtido por el tiempo, el trabajo y varias decenas de inviernos, sorprendido por la suspicacia del adolescente, ve la oportunidad para obsequiarles una de sus interesantes narraciones. El mito de la Caja de Pandora:


Se arranca: “En la mitología griega se menciona la Caja de Pandora como un curioso regalo de los dioses. Cuenta la leyenda que tras haber robado, el titán Prometeo, el fuego de los dioses para regalarlo a los hombres y el castigo que Zeus le impuso por tamaña osadía, su hermano Epimeteo recibió como regalo de los Olímpicos una compañera: Pandora. Ésta hermosa doncella, fue dotada con todos los encantos que los dioses podían proporcionarle: Afrodita le dio la belleza, Hermes la elocuencia, Atenea la sabiduría, Apolo la música... y finalmente Zeus le entregó una caja y le dijo: “Pandora, este es mi regalo. Cuídalo muy bien pero recuerda, no puedes abrir esta caja por ningún motivo. Pero la curiosidad crecía cada vez más en el corazón de Pandora”.


Cuando Pandora se presentó ante Epimeteo, quedó deslumbrado ante la gracia y la belleza de Pandora, ignoró la promesa hecha a su hermano Prometeo de no aceptar jamás regalo alguno de los dioses olímpicos, pues eran astutos y traicioneros, y la aceptó como compañera, aceptando al mismo tiempo la caja que la acompañaba, que escondió en lugar seguro...”.


Prosigue: “Pero la curiosidad pudo con Pandora, y un día que Epimeteo dormía le robó la llave del lugar donde escondía la caja, y la abrió para espiar su contenido. Al levantar la tapa, grande fue su desilusión al encontrarla vacía, pero era porque en ese mismo momento escaparon de ella todas las desgracias y males que podían afectar al hombre, y se extendieron por el mundo: enfermedades, sufrimiento, guerras, hambre, ira, tristeza, envidia, avaricia, maldad... Más todavía le dio tiempo a vislumbrar en el fondo de la caja algo que aún no había escapado, y corriendo la cerró. Lo que pudo conservar en el fondo de la caja fue la Esperanza, que no consiguió escapar. De ese modo fue sellado el destino de todos los hombres, que a partir de entonces padecieron toda suerte de males..., pero incluso en medio de los más terribles de ellos, siguen conservando la Esperanza...”.


Los chiquillos estaban absortos con el relato. Por lo que el abuelo concluye: “El mito de la Caja de Pandora explica que la desobediencia, la curiosidad y la impaciencia, mal aplicadas, pueden dañar al ser humano. Pero también enseña que las calamidades y los malos tiempos que se ciernen sobre nuestras vidas, no significa que las hayamos provocado nosotros, sino que todo se debe a una accidentada casualidad y a unas circunstancias sobrevenidas ajenas a nosotros. Por tanto, debemos afrontarlas, no dejarnos vencer por la culpabilidad y los sentimientos de impotencia. Además nos enseña que por horribles e incómodos que sean los momentos por los que pasamos, siempre tenemos la posibilidad de acudir a la esperanza en nuestro interior para animarnos a seguir adelante y a darle un sentido positivo a toda nuestra experiencia. Y es que la esperanza, como el amor y la fe, nos dotan de un poder inconmensurable para afrontar las adversidades”.





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