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Desde Teocelo - Por Angeheca


La sociedad es un gran ente que cambia y modifica su actuar conforme a la situación que la vida le presenta, esto podría explicar un fenómeno social desconocido, por el cual no se respetan las leyes ni a la autoridad en el sentido más básico.


Ha pasado más de una semana desde que se celebró una de las fiestas más arraigadas y representativas del país: el Día de Muertos; donde con alegría y nostalgia se recibió la visita y se ofrendó a los seres queridos que cerraron su ciclo. Todo el país comió tamales, con sus diferentes nombres, preparaciones y sabores, el cempasúchil y las mandarinas inundaron los hogares; y el recuerdo de los seres queridos que fueron de carne, hueso y alma, se hizo presente.


Hoy las tiendas y negocios ya rebozan de productos que poco tienen que ver con la cultura prehispánica y también con el catolicismo/cristianismo; empieza una fiebre por comprar luces de colores, tiras brillantes, pinos, esferas y figuras que distorsionan la historia de un nazareno. No es que no se tenga el derecho de hacerlo, o que esté mal, pero puede ser el reflejo del enfoque que la misma sociedad le da a las leyes y a la justicia. Migrar de un punto de vista a otro, por moda, temporada o imposición a través de los medios masivos y redes sociales, perdiendo la identidad o el rumbo, no parece ser el reflejo de una sociedad estable.


De ahí que los aduladores de una administración municipal, se vuelvan los detractores de otra. Quizás porque sólo aprendieron a reaccionar a sus intereses sin ver el colectivo, pero sobre todo las leyes, que marcan un parámetro justo para todos.


Observar que una familia pasa de una cultura a otra (sin poner a una sobre otra) en 8 días, de un partido político a otro de elección en elección, u observar cómo se utiliza la vía pública para negocio o uso personal, pero critican al H. Ayuntamiento por su “mal actuar”, es una pésima escuela para los futuros ciudadanos.


Se debe tomar en cuenta que quizás el mexicano no tiene la identidad que presume ante otras nacionalidades, porque no es empático con sus vecinos, no conoce las leyes y por lo tanto no las cumple, y no tiene respeto por las autoridades, que abonan su parte negativa es este fenómeno antropológico.


Con la cercanía del último informe de gobierno de esta administración, como lo marca el artículo 33 de la Ley Orgánica del Municipio Libre para el Estado de Veracruz de Ignacio de la Llave, y posteriormente con el cambio de Gobierno, se acentuará esta discordancia social cada vez más extrema entre opiniones, que no deben ser el ejemplo a seguir de las siguientes generaciones.


Sin embargo, esto no cambiará con un Gobierno u otro, requiere de un cambio de actitud personal, de inmiscuirse en la vida pública y no en la privada, conocer las leyes de Teocelo para así poder exigir a las autoridades, quienes sean y de la ideología política que provengan, el cumplimiento de sus funciones y obligaciones para evitar los penosos ejemplos que Teocelo ha acumulado.


No es asunto menor, es un problema nacional, pero si el resto del país no quiere cambiar, Teocelo sí puede hacerlo en bien de su población, territorio y Gobierno. Pero para ello se debe empezar a replantearse la identidad, como personas, como municipio y lo que se quiere heredar a los niños como cultura.


“Si no somos nosotros ¿quién?, si no es ahora ¿cuándo?: Jhon Fitzgerald Kennedy










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