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EDITORIAL


Preocupante, muy preocupante. Aunque lo veamos distante, nos debe poner en alerta a todos los mexicanos la desbordada violencia que llega a niveles de terrorismo en diversos estados de nuestro amado país. El señor presidente se debe convencer de que sus estrategias de seguridad de “abrazos no balazos” no ha funcionado, sino todo lo contrario, y tiene el deber a rectificar y cambiar el rumbo.


Pero también es muy delicado que sus seguidores o incondicionales, asuman un papel de incuestionable sometimiento y le aplaudan y justifiquen sus acciones cuando el país se está incendiando. No se trata de confrontarnos como mexicanos, aunque parece ser estrategia del Ejecutivo, sino de asumir un sentimiento y una postura patriótica y realista. Todos somos mexicanos y amamos la patria. Deben dejar de lado ese doctrinaje que ha impuesto durante 20 años que ha propiciado un maniqueísmo exacerbado, calificando como “malo” todo lo que no sale de él y como bueno, todo lo que dice, sostiene y realiza. Hay que anteponer la razón y la verdad.


La violencia recrudecida ha llegado abiertamente a actos claramente de terrorismo en los últimos días, ya que son ataques directos contra ciudadanos indefensos, tiendas, almacenes y vías de comunicación en varios estados como Guanajuato, Baja California, Chihuahua, Jalisco y Michoacán. Hemos atestiguado la debilidad del gobierno frente al crimen organizado. O su falta de voluntad.


López Obrador ganó en 2018 porque prometió acabar con la inseguridad y violencia que desangraban al país, pero a casi cuatro años, no sólo no se ha frenado, sino al contrario se ha incrementado, hasta llegar a zonas que literalmente no es posible vivir, originando pueblos abandonados. Pareciera que estamos en un camino que conduce al caos social, donde el Estado ha fracasado en una de sus tareas esenciales que es la de garantizar la seguridad y patrimonio a sus ciudadanos.


Por si fuera poco, México se encuentra en una situación económica muy delicada, pues la ausencia también de una verdadera y eficaz política económica, ha generado una alta inflación, sumado al momento crítico que se vive en el TEMEC.


Con una cifra espeluznante que ronda los 130 mil homicidios dolosos durante este sexenio, sin contar las desapariciones de personas que a ciencia cierta no se sabe si aún viven o están en alguna de las tantas fosas clandestinas; no han sido suficientes para que haya un intento de rectificación en las acciones de gobierno para el combate de la violencia, que todos vemos como fallidas.


Los ataques contra negocios, familias y ciudadanos comunes se dan en medio de la decisión del Presidente de integrar a la Guardia Nacional en el Ejército. Pero de qué sirve que haya más cuerpos armados del gobierno, y si dependen o no del Ejército, si el Jefe Supremo les amarra las manos y les da consejos de cómo respetar los derechos humanos de los delincuentes y les prohíbe actuar como él mismo lo reconoció en el caso de Ovidio en el conocido “Culiacanazo”.


Preocupante el discurso acartonado de que no pasa nada, y que sistemáticamente lo replican el secretario de la Defensa y todo el gabinete. Y sus seguidores y defensores. Pretenden hacernos creer sus argumentos burlándose de la inteligencia de los mexicanos. Hacen lo que les pida sin chistar. Si les ordenan que voten para que pueda ser candidato un extranjero, lo van a aprobar.






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