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EDITORIAL


El próximo jueves estaremos celebrando, nuevamente después de dos años sin festejos, las fiestas patrias en todo el país, recordando el 212 aniversario del inicio de la Independencia nacional, con el tradicional Grito de Independencia, recordando aquel que diera el cura Miguel Hidalgo y Costilla en 1810, en la madrugada del 16 de septiembre, cuando al hacer sonar la campana de la iglesia de Dolores Hidalgo convocó al pueblo a levantarse en armas en contra del dominio de los españoles.


Así iniciaba la guerra de la Independencia con Hidalgo junto con los generales Ignacio Allende y Juan Aldama, un periodo de la historia de once años cargado de traiciones, fusilamientos, jaloneos, intervencionismo, excomuniones, etc., para concluir finalmente con la firma del acta de la Independencia de México que se consumó el 27 de septiembre de 1821 bajo el Plan de Iguala, proclamado por Austin de Iturbide y Vicente Guerrero.


Para todos los mexicanos, esta fecha es relevante porque evoca aspectos fundacionales del país y de los diversos avatares que los dirigentes del movimiento insurgente afrontaron para liberar al país del mal gobierno y encaminarlo por una senda soberana, sustentada en el derecho inalienable de los pueblos a vivir en paz y libertad y a darse el régimen de gobierno que mejor conviniera a sus intereses.


En pleno Siglo XXI, no es ocioso traer a la memoria el legado de Hidalgo y recordar el catálogo ideológico de los Sentimientos de la Nación y el importante trabajo desarrollado por José María Morelos en el Congreso de Apatzingán de 1814 para dar forma constitucional a la vocación independentista del pueblo mexicano. Los nombres de estos héroes, y de muchos otros hombres y mujeres que se unieron en la misma causa, nos recuerdan, igualmente, las intensas jornadas militares y debates políticos en los que participaron para integrar un país libre de la antigua opresión española, con capacidad para tomar decisiones propias y establecer relaciones constructivas y amistosas con todas las naciones del mundo.


Desde entonces han pasado ya 212 años y los mexicanos de hoy, al celebrar “El Grito”, rendimos tributo a toda una generación de compatriotas, que sacrificó su vida para legarnos un país que ha ocupado un lugar relevante en el concierto mundial, que ha sido reconocido por la congruencia de su voz en los foros internacionales y que trabaja incansablemente en favor de la cooperación para el desarrollo y la paz.


Hoy más que nunca, que el país se ha visto dividido por una política polarizadora; hoy que nos han clasificado y confrontado entre chairos y fifís, liberales y conservadores, aspiracionistas y conformistas, leales y traidores a la patria, los buenos y la mafia del poder; hoy es vital hacer conciencia de que todos somos mexicanos, que debemos alentar el sentido patriótico y trabajar y defender la soberanía nacional con amor y unidad. Valorar profundamente la Independencia, patria y libertad que nos legaron los próceres, pues dichas garantías representan los pilares sobre los que se construyó inicialmente la nuestra nación.


Ser mexicano es algo especial que va más allá del lugar de origen, creencia o ideología; tiene un significado profundo y de un altísimo valor que bien entendido puede ser el motor para la unión y el desarrollo de México. Sintámonos orgullosos de nuestra historia, pero, sobre todo, de nuestro futuro como mexicanos.





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