El próximo viernes 9 de diciembre estaremos conmemorando el Día Internacional Contra la Corrupción, un tema polémico pero innegable presente en todos los sistemas del mundo. El objetivo de recordarlo es frenar y eliminar este cáncer, que son los actos de corrupción por parte de hombres y mujeres que se aprovechan de un cargo de poder para enriquecerse a costa de los demás.
Según datos de la ONU, cada año se pagan aproximadamente un billón de dólares en sobornos, eso sin contar que se calcula que durante el mismo periodo se suelen robar 2,6 billones de dólares mediante la corrupción; esto implica un total del 5% del producto interior bruto (PIB) mundial. Esta cifra es sobre todo perjudicial en los países en desarrollo, donde el dinero que se pierdes es diez veces mayor al dinero que se dedica para asegurar una calidad de vida acorde a los ciudadanos.
México, lamentablemente, ocupa los primeros lugares mundiales de corrupción, pues tanto políticos, como líderes sindicales, empresarios, servidores públicos, funcionarios, empleados, comerciantes y autoridades, aprendieron que así opera el sistema y que si no se llega con un billete por delante, tu asunto no avanza.
Esta lacra permea a los tres poderes, especialmente en la impartición de justicia, donde la ley se corrompe con dinero. Lo mismo sucede en el poder legislativo, donde los representantes populares no lo son, pues solo obedece a intereses de partido o del poder, haciendo leyes corrompidas y fuera de toda lógica.
Del ejecutivo ni qué hablar, toda la estructura laboral depende de él, en cualquiera de los tres niveles, quien pone y quita, ordena lo que se debe hacer. No es necesario mencionar ejemplos que vemos a diario y que sorprenden por la impunidad, ambición y descaro. Asignación discrecional de obras, delegados y funcionarios a modo que garanticen un ingreso adicional y todas las linduras que se conocen.
La simulación es parte de la corrupción. Mentir, robar y traicionar, es la filosofía en que se basa la corrupción. Aunque hay muchos señalamientos y secretos a voces, hay pocas denuncias, algunos procesados y menos castigados. Casos muy raros en la cárcel como Javier Duartes. Por complicidad, protección e impunidad.
Tristemente el deporte también se contaminó y no está exento de corrupción. Por eso no debe sorprender los nefastos y ridículos resultados de un equipo de futbol integrado por mediocres que dicen representar a un gran país como México.
De entrada el deporte dejó de ser deporte cuando se convirtió en espectáculo, en negocio, en empresa. Resultados pactados, entradas, momios en juego, apuestas, venta de tiempo de tv, anuncios, concesiones, suvenires, prensa, revistas, patrocinadores, drogas, escorts, imagen, parafernalia, etc., etc., todo menos deporte. No importa quien juegue lo importante es el espectáculo y mantener a la gente embaucada, enajenada, estupidizada.
Luego, la “selección nacional”, todos sabemos, no es un selección de los mejores jugadores profesionales mexicanos en su posición; es una selección de recomendaos, amantes, ahijados, sobrinos o mayates, de políticos, empresarios, industriales y acaudalados inversionistas. Sus sueldos son ofensivos para el ridículo papel que hacen ofendiendo a todos los mexicanos. Ya no son futbolistas son vedetes, que se cuidan más el pelo que jugar con garra y capacidad el futbol.
Mediocridad, incapacidad, indiferencia, ignorancia, etc… ¿Le suena?
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