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EDITORIAL

Esta semana, específicamente el día 15 de mayo, estaremos celebrando a los maestros, a los profesores, a los docentes, con quienes debemos tener gratitud y reconocimiento. Profesión de profunda vocación y amplio compromiso, pues son los encargados de educar a la sociedad desde que somos niños.


Sin embargo, en los últimos años, parte de la sociedad y de los maestros, se quejan de los problemas de actitud y falta de trabajo en los alumnos; señalan que se deben a la falta de valores, de educación en la familia y a la autoridad, que le han ido quitando a los maestros dentro de las escuelas.


Se han presentado casos, de alumnos y padres de familia, que demandan a los profesores porque le pidieron a su hijo entregar todos los trabajos atrasados, de un día para otro, y eso es motivo de estrés para el alumno; también hay casos de estudiantes que presentan actitudes irrespetuosas ante los docentes. Noticias narran cómo estos han llegado a insultar a los maestros, incluso a golpearlos, y no enfrentan ninguna sanción o consecuencia de sus actos. El argumento es que a los alumnos no se les puede separar de su salón de clase porque eso atentaría contra su derecho a la educación, pero, ¿y el derecho de los docentes a ser respetados?


Muchos maestros se quejan de que las autoridades educativas han establecido tantos programas, contra el bullying y de Derechos Humanos, que se han mal interpretado o manejado inadecuadamente; esto ha dado como resultado que los alumnos puedan hacer lo que quieran, sin ninguna consecuencia. Muchas autoridades argumentan el interés superior de la niñez.


La sociedad y el acelerado avance de la tecnología, ha provocado que también cambien las familias y sus prioridades; sin embargo, se han descuidado los valores. Las madres, que antes se encargaban de la educación en casa, han tenido que salir a trabajar; los hijos crecen sin figuras de autoridad en la familia, por falta de tiempo, y todo se vuelve un círculo vicioso, en el que se ve un aumento de violencia. Se quejan de ella, pero el tiempo no alcanza para poner la atención necesaria en la solución del problema.


Contrario a lo que se presume, las nuevas propuestas de trabajo y protocolos de actuación en las escuelas, provocan que los alumnos deserten, agredan y no aprendan a convivir en un ambiente de paz. Se llega a faltar el respeto a los profesores, a poner en duda su compromiso con la educación y hasta decir que importan menos que los alumnos para las autoridades.


No importa lo que argumente el docente ante las autoridades o instituciones sobre su actuar, siempre se antepone el derecho superior de la niñez. Se ha cesado a maestros por llamar la atención fuertemente, más no de forma violenta; por un comportamiento irrespetuoso, por solicitar a los alumnos que limpien un lugar que ellos mismos han ensuciado, intencionalmente.


Las normas y reglamentos escolares están diseñados para proteger a los alumnos, pero no para proteger al docente. Ante esto, muchos docentes aceptan que prefieren dejar pasar muchas situaciones, con el fin de evitar que los sometan a ellos a un interrogatorio o proceso, que ponga en peligro su trabajo o su persona.


Las sociedades están cambiando, debemos cambiar con ellas para bien, para lograr una visión del mundo, y del ser humano, más empática y consciente. Más respetuosa y menos violenta. Las consecuencias están en las calles y en las aulas.



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