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EDITORIAL 


El próximo viernes 8 de marzo, como cada año, se celebra el Día Internacional de la Mujer. Es una oportunidad para refrendar el compromiso con la igualdad de género y el impulso a las acciones que nos ayuden a consolidar una sociedad libre de violencia, discriminación o acoso hacia las mujeres. 


No nos enfocaremos al maltrato ni a la violencia, sino al contrario, en la actualidad, las mujeres son ejemplo de dedicación, fuerza, inteligencia y responsabilidad, lo que se refleja en su capacidad para superar las adversidades que se les impone.  


Las mujeres son multifacéticas y tan capaces como los hombres de asumir obligaciones, trabajos y responsabilidades, la mayoría de las veces con mejores resultados y rendimientos. Como el hecho de sacar adelante a la familia con su esfuerzo y dedicación, con una ventaja, de no perder su delicadeza, su comportamiento y su presencia de mujer. 


No hay que olvidar que cada una de las personas de diferente género tiene algo en particular que aportar en la vida, no olvidando que la vida se complementa por ambos sexos, no se compite, son complementarios no opuestos. 


Las mujeres pueden asumir en esta sociedad el rol de cualquier ser humano, porque son capaces de pensar, discernir y decidir sobre aspectos de importancia e impacto social, para ayudar y contribuir a la toma de decisiones y de esta manera compartir los roles de manera integral, hombre y mujer, sin olvidar que el único rol que no puede ser compartido es el de ser madre. 


Por todo ello y mucho más, debimos ser educados y debemos educar para respetarlas y, en justa correspondencia, amarlas y quererlas. Sin edad, ni categorías, sin prejuicios. A ella, a la niña, a ella, la adolescente, a ella, a la joven, a la que nos cuida ya madura o cuando se convierte en mamá. Sin embargo, como sociedad, estamos fallando al reconocimiento y respeto a su dignidad.  


Como sociedad, debemos educar al hombre desde niños para respetarlas en su forma de expresión y manifestación cualquiera que sea su voluntad o deseo. Su voluntad y ganas son siempre, la de construcción de la naturaleza y la vida. 


Quizás resulta más preciso decir: lograr erradicar la violencia contra ellas y sustituirlas por el respeto. Lo que significa observar sin excepción alguna la dignidad, los derechos y libertades que le son inherentes a las personas, siempre con trato amable y tolerancia.

 

En síntesis, hagamos de esta celebración una actividad más que suma y se agrega a vivir una cultura de la paz y respeto a la mujer y de la existencia de nosotros entre ellas. Con ellas. Para ellas. 


Juntos trabajemos para entender, respetar y tratar con dignidad a todas y todas las mujeres quienes nos rodean. 

 


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