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Actualizado: 14 jun
Este domingo celebraremos el Día del Padre. La idea de celebrarlo surgió en 1910, por la estadounidense Smart Dood, de Washington, quien pretendía se destacara el papel que juegan los padres en la sociedad. El Club de Leones de Chicago retomó la idea y el proyecto contó con mejores auspicios. Finalmente, en 1924, el presidente de Estados Unidos, Calvin Coolidge, apoyó la iniciativa y convirtió el “Día del Padre” en una celebración nacional y Lyndon B. Jhonson firmó una proclamación presidencial que declaraba el tercer domingo de junio como “Día del Padre”.
En México, esta celebración comenzó a generalizarse en los centros escolares hacia la década de1950, aunque en los años posteriores se fue convirtiendo en una fiesta de consumo patrocinada por las grandes cadenas comerciales. Sin embargo, en muchos hogares de nuestro país, la fiesta es una ocasión para la reunión familiar y para el reconocimiento a los papás.
La paternidad es concebida, tradicionalmente, como una figura de autoridad y provisión en el hogar. Asimismo, se considera un requisito para la filiación que da nombre y apellidos a cada persona. Debido a estereotipos y roles de género –según los cuales al hombre le corresponde el papel de proveedor de recursos generados fuera del hogar, mientras que a la mujer le toca ser administradora de los mismos y responsable de diferentes tipos de cuidados en el hogar–, se ha establecido un patrón de paternidad donde el padre, generalmente ausente por cuestiones de trabajo, es visto por hijos como un dispensador de dinero y autorizaciones.
Las percepciones acerca de la paternidad están divididas en dos grandes conjuntos: la imagen del padre bondadoso, trabajador, respetuoso y cariñoso con los hijos, y la concepción del padre ausente e irresponsable, asociado a palabras como abandono, ausencia, maltrato y castigo.
La visión tradicional de la paternidad ha cambiado: por un lado, la práctica de una mayor responsabilidad masculina en la procreación parece establecerse, sobre todo entre las generaciones de hombres conscientes de su compromiso en el hogar. Pero por otro, el cambio de esquema en las familias, en las que la ausencia del padre es permanente, sin involucrarse en la educación o el sostenimiento de los hijos.
Los primeros buscan participar de manera más activa e integral en el desarrollo de sus niños, dejando de ser únicamente proveedores. Sin embargo, en el otro extremo están los que siguen manteniéndose al margen del crecimiento de ellos.
Es evidente que la falta de un padre que no asume sus responsabilidades, tanto de manutención como de cuidados en el desarrollo de los hijos, está ligada al abandono escolar, a altos índices de deserción escolar, al bajo rendimiento o en inasistencia a las escuelas, lo que provoca una baja formación de capital humano. El incumplimiento de responsabilidades económicas y la falta de reconocimiento legal de los hijos, también afectan las condiciones de desarrollo de los niños.
Además de que ahora hay padres muy jóvenes y en su mayoría desobligados. El esquema de familia ha cambiado tanto, al grado de que en muchos hogares se forman de abuela, hija, e hijos, tercera generación, sin la presencia masculina
Pero bueno, finalmente, felicidades a los padres que sí ejercen su función con dedicación, responsabilidad y cariño …
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