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Cuando se habla de fechas importantes para celebrar, no necesariamente son impuestas por la ONU, también existen fechas que surgen de la misma sociedad y que, por usos y costumbres, se convierten en tradiciones. Tal es el tema que hoy tratamos, con respeto y afecto, pero también como reflexión por las implicaciones que representa. Este tema está fundamentado en opiniones de expertos. Hablamos de que este 21 de julio, domingo, se celebra el Día Mundial del Perro.
Hasta hace no tanto tiempo, las mascotas ocupaban un lugar bastante secundario en la mayoría de los hogares. Actualmente, sin embargo, junto con el aumento del conocimiento y el respeto de los derechos de los animales, los perros han ganado un protagonismo tan grande que ahora corren el riesgo de la “humanización”.
Las personas que tienden a humanizar a sus animales de compañía les causan un gran daño, pues les exigen comportamientos que no son propios de su especie. Tratar como humano a un perro o gato, desdeñando sus propias formas de comunicación, organización social, reglas de convivencia e instintos, limita su bienestar al generarles un alto grado de ansiedad.
Humanizar a los perros consiste en atribuirles ciertas características que no corresponden a su especie, sino a la humana. Es decir, tratarlos y obligarlos a comportarse como si tuvieran emociones, actitudes, visiones del mundo y necesidades que, en realidad, pertenecen a los humanos y no a los caninos.
Esta situación se ha vuelto común, debido a que cada vez hay más personas sin hijos o familias, que tienden a mitigar su soledad con animales, a los que proveen del afecto que no pueden brindar a sus posibles descendientes.
Entonces, los animales se convierten en miembros fundamentales de la familia y se les integra a actividades propias de los humanos; esto es perjudicial para ambas partes, pues al pretender que se comporten como personas se deposita en ellos expectativas fuera de contexto, que coartan su adecuado desarrollo.
Lo malo de humanizar a los perros no es que les enseñen y les exijan hacer cosas que solo tienen sentido para los humanos y no para ellos. Si eso fuera todo, no sería tan grave. El verdadero problema es que, de esa forma, se coarta su auténtica naturaleza, puesto que se les impide actuar como lo que realmente son: perros.
Es por eso que muchos expertos, en diversos países, afirman que la humanización es también otra forma de maltrato animal.
En definitiva, la humanización de los perros afecta de forma notoria la calidad de vida de los animales pero también de las personas. Por ello, evitarlo redunda en beneficios, no solo para los perros sino también para los humanos.
Esto no quiere decir que no se puede mimar, cuidar o tener muestras de cariño hacia los perros. Para nada. Solo que hay que cumplir con lo elemental. En primer lugar, permitir al perro que haga cosas “de perro” como correr, explorar, olfatear, ensuciarse y socializar con sus congéneres.
El respeto, el cariño y la atención, son fundamentales para los animalitos.
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