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EDITORIAL

Con mucho interés los mexicanos observamos la toma de posesión de Claudia Sheinbaum Pardo como Presidenta de la República, el pasado 1 de octubre. Excelente discurso caracterizado por tratar con diplomacia todos los temas y a todos los sectores que a partir de ahora gobernará. La nueva presidenta deberá tomar decisiones complejas en seguridad, economía y transformación energética. López Obrador deja un complejo mapa de relaciones internacionales

 

Sheinbaum tiene mejor formación que López Obrador. Quizá tenga menos experiencia política, pero denota pragmatismo y eso favorece a un estadista. Las decisiones que tiene por delante son muchas y complejas. La primera y más sensible: la seguridad. En México hay 30.000 asesinatos al año. Parte del territorio está controlado por el narco y el crimen organizado. Hay 100.000 desaparecidos. La inseguridad y la violencia imparables y es injusto que los mexicanos las tengan que sufrir. Tema prioritario en la agenda de gobierno y por el bienestar del país.

 

El crecimiento económico va ligado a la seguridad, pero en México esa máxima no siempre se cumple. México crece y parte de ese crecimiento se ha dedicado a reducir la enorme brecha de desigualdad. Pero el PIB crece, en gran medida, por la inversión extranjera, por las remesas que envían los que han tenido que salir del país y porque el gobierno se ha endeudado para desarrollar infraestructuras de cuestionable utilidad e incalculable gasto, sobre todo porque esas obras las ha ejecutado el Ejército amparado en el secretismo de la seguridad nacional.

 

Sheinbaum tendrá que encontrar la fórmula para aumentar la recaudación fiscal y fortalecer las arcas públicas. Y para eso deberá renunciar a presumir del concepto de pleno empleo y lograr que tengan contrato y paguen impuestos trabajadores de la economía sumergida e informal (el 55% según el Gobierno en 2022).

 

En términos energéticos, México es como el puño que entre los dedos deja caer los granos de arena. Luce el sol casi todo el año en gran parte del territorio; llueve con intensidad entre junio y septiembre y tiene más petróleo del que puede consumir… Pero apenas tiene huertos solares; el agua de lluvia se pierde por barrancos o sumideros de ciudades excesivamente cementadas y Dos Bocas no funciona.

 

Urge una transformación energética y, en esto sí, Claudia Sheinbaum tiene muy claro lo que debe hacer. Es su especialidad. No está tan claro que vaya a intervenir la empresa pública Petróleos Mexicanos (Pemex) con el bisturí adecuado. Es, seguramente, la empresa peor gestionada de México, la que simboliza la bonanza de una época (los años 70 y posteriores) que ya es historia y la que denota una enorme falta de visión y de ambición.

 

Último gran reto: la política exterior. López Obrador deja atrás un complejo mapa de relaciones internacionales. Semanas antes de su retiro decidió declarar “en pausa” a los embajadores de Estados Unidos y Canadá (primer y tercer inversores extranjeros). Por ello, ni el presidente estadounidense, Joe Biden, ni el canadiense, Justin Trudeau, asistieron a la toma de protesta de Sheinbaum.

 

Muchos mexicanos temen que Sheinbaum tome sus decisiones condicionada a lo que diga su mentor, o incluso consultándole. Sin embargo, se espera ver un claro deslinde de quien le antecedió. Requiere mostrar independencia y autonomía.



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