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EDITORIAL

Muy lamentable, vergonzoso y trágico lo que sucedió el sábado pasado en Querétaro durante un partido de futbol. Tristemente el futbol, como otros, dejó de ser deporte cuando se convirtió en espectáculo, en negocio, en empresa y en instrumento de distracción para no voltear a ver la realidad del país. Cuando el deporte debiera ser aliado para promover valores, salud y sana diversión familiar.


Lo sucedido en el estadio Corregidora es solo un reflejo de lo descompuesta que está la sociedad mexicana. Hoy en día, como muchas cosas en el país, el futbol se ha polarizado. “O estás a mi favor o estás en mi contra”. Discurso que desafortunadamente se escucha diariamente desde palacio nacional y que refuerza la división entre muchos sectores. Ese estilo ha marcado a este gobierno, al sectorizar fifís-chairos, conservadores-liberales, aspiracionistas-conformistas, etc.


El problema es el manipulado fanatismo, en cualquier ámbito, sea político, religioso o futbolístico. Hoy en día en México te matan solo por ser mujer, por ser activista, por ser periodista, y hasta por ser aficionado al futbol. Lo peor es que, sin ser pesimistas, difícilmente se hará justicia ante estos lamentables hechos.


La barbarie y el salvajismo ocurridos en el estadio Corregidora de Querétaro, así como en el “paredón” de San José de Gracia, Michoacán, donde fusilaron a sangre fría a 17 personas que sacaron de un velorio; nos lleva a un mismo lugar: al encono y el odio acendrado. Todos los días, la violencia es la constante en el país.


La violencia, la sangre, la persecución y la sed de muerte que se observaron en los pasillos, graderías y túneles del estadio de futbol el sábado pasado, se trata de las mismas imágenes de la tragedia cotidiana en las ciudades, pueblos y comunidades. Basta ver los noticieros para enterarse de los ríos de sangre, muerte, violencia, feminicidios, “levantados”, asaltos en el transporte, asesinatos de periodistas, discursos de odio y persecución, que son hoy parte de la vida diaria mexicana.


Tristemente, pero es una realidad, en el país impera hoy la ley del más fuerte. Desde el ejercicio del poder, los grupos criminales y los funcionarios corruptos, en un país donde caen las instituciones, desaparece el Estado y las leyes son letra muerta. La delincuencia se apodera de todos los espacios públicos: carreteras, pueblos, corporaciones policiales. Intimida e influye de las elecciones constitucionales, etc.


Un país en el que las preguntas se acumulan, las respuestas son insuficientes y las dudas quedan sin respuesta. Un país, en el que cada vez cuesta más describir el nivel de degradación que hay. O cómo se explica que por llevar una camiseta contraria a la de uno, acabe desnudo, pateado y humillado, entre la vida y la muerte.

El discurso diario de odios enconados, el que divide y polariza, ya empieza a tener resultados y consecuencias. Si no tenemos cuidado, pronto veremos este tipo de actos en otros sectores de nuestra sociedad.


La tragedia de Querétaro nos debe llevar a la reflexión, pues parece que la crisis que vivimos con el COVID-19 no nos enseñó a ser mejores seres humanos.




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