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EDITORIAL


El próximo lunes 21 de marzo, inhábil de acuerdo a la Ley Federal del Trabajo, estaremos conmemorando el 216 Aniversario del natalicio del Benemérito de las Américas, Benito Pablo Juárez García que, como aprendimos desde la primaria, nació el 21 de marzo de 1806 en San Pablo Guelatao, Oaxaca. Fue un político y abogado, que cambió la historia de México al promulgar la Constitución de 1857.


Después de ocupar los cargos de Gobernador del Estado de Oaxaca y Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, ocupó la Presidencia de México de 1858 a 1872. También conocido por su lucha contra la invasión francesa, Benito Juárez estableció las bases sobre las que se funda el Estado laico y la República federal en México. En el tiempo que fungió como presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, defendió la Constitución de 1857. Durante el tiempo que permaneció como titular del poder Ejecutivo, impulsó las Leyes de Reforma que establecen, entre otras cosas, la libertad de culto, la creación del registro civil y la secularización de la beneficencia pública.


Con la Ley como guía y el Derecho por bandera, supo conducir la vida nacional con entereza, defendiendo con tenacidad los principios que consolidan hoy nuestro país.

La Doctrina de Juárez es uno de sus más grandes legados, que lo llevaron a convertirse en símbolo de la defensa la soberanía nacional.


La libertad de pensamiento que fue la divisa central del liberalismo juarista y que se convertiría en una de las ideas más fuertes y vigentes de todos los mexicanos, es el principal legado de Benito Juárez García. Como homenaje se debe reconocer su grandeza de estadista y de mexicano universal. Juárez, fue un hombre de principios y un consumado estadista, pocos como él reúnen las tres cualidades decisivamente importantes para el político: pasión, sentido de responsabilidad y mesura.


Benito Juárez nos dejó lecciones de honradez, honorabilidad, transparencia del gobierno; se empeñó en forjar la democracia representativa, el carácter laico de las instituciones públicas y la libertad de credos.


Su frase más famosa: “Entre los individuos como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”, ilumina siempre los momentos de incertidumbre y de crispación como los que hoy vivimos. Otras de sus frases vigentes y actuales son:


“No se puede gobernar a base de impulsos de una voluntad caprichosa, sino con sujeción a las leyes. No se pueden improvisar fortunas, ni entregarse al ocio y a la disipación, sino consagrarse asiduamente al trabajo, disponiéndose a vivir, en la honrada medianía que proporciona la retribución que la ley les señala”.


“La emisión de las ideas por la prensa debe ser tan libre, como es libre en el hombre la facultad de pensar”. “Nunca abuses del poder humillando a tus semejantes, porque el poder termina y el recuerdo perdura”.


“El principio de no intervención es una de las primeras obligaciones de los gobiernos, es el respeto debido a la libertad de los pueblos y a los derechos de las naciones”.





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