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EDITORIAL


Muchas notas publicadas en esta semana han causado revuelo en todos los ámbitos. Sin duda la información fluye de manera avasallante, sobre todo con la facilidad de las redes sociales. Pero algunas generan profunda preocupación. En esta zona, llama mucho la atención de la frecuente publicación de fichas de búsqueda de personas desaparecidas. Esa muestra de inseguridad se ha hecho tan cotidiana que estamos llegando a un nivel en que ya no nos sorprende. La violencia ha acabado con nuestra capacidad de asombro. Ya lo vemos como si fuera normal. Lo que más debería sorprendernos y preocuparnos, es que la mayoría de estas personas reportadas por sus familias como desaparecidos, son jóvenes. La última ficha de la Comisión Estatal de Búsqueda, reporta a una jovencita de 14 años de Tuzamapan, municipio de Coatepec, además de otros jóvenes menores de 30 años. El término “desaparecido” es muy ambiguo. También hay que ser cautos, pues puede interpretarse como la ausencia voluntaria de la persona, por diversas razones familiares o personales; hasta la privación con violencia de la libertad de la misma. En ambos casos, y en todos los posibles intermedios, como extravío, secuestro o trata, la situación es semejante: no se sabe del paradero de la persona, con la consecuente angustia de la familia. Cada caso es diferente, pero existe un preocupante común denominador: ya no nos estamos cuidando entre nosotros, como sociedad, ni como familia. Veamos, en realidad es muy complicado “robarse” (literal) a una jovencita, es decir llevársela por la fuerza. Pues el instinto de supervivencia haría que se defendiera con todo lo que puede y gritar de tal forma que llamaría la atención de quienes estén cerca, ya sea para acudir en su auxilio o reportar el hecho. Situación diferente, si este hecho se da en lugares u horarios extraordinarios. Entonces la pregunta sería: ¿Qué hacía una jovencita a altas horas de la noche en zonas peligrosas? O en otros casos también se dice que los jóvenes andaban en malos pasos. Los organismos especializados en la atención a este tipo de situaciones, recomiendan que los padres o familiares, tengan conocimiento de los amigos cercanos de sus hijos y sus teléfonos, además de sus actividades. Pues cierto que en ocasiones las jóvenes confían o se comentan más entre ellas que con su familia.

Es decir, en las medidas de prevención y protección, se debe involucrar a la familia, a los amigos, a la escuela, a las autoridades y a la sociedad en general. Todos debemos saber qué hacer en cualquiera de los casos y sobre todo protegernos. La vida humana es lo más importante, la seguridad y la tranquilidad son derechos de todo ciudadano. No podemos permitir que siga ocurriendo. No nos deshumanicemos, no seamos indiferentes como sociedad. Que nadie sufra violencia, que nadie desaparezca y que vivamos tranquilos. Deben involucrase, aunque no sea su ámbito, los tres niveles de gobierno. Ventilar y atender el tema desde lo individual, la sociedad, las instituciones y los gobiernos. No más desaparecidos.




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