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El amor, Eros y Ágape
Me gusta preparar café y salir de inmediato de la cocina, ir a hacer otras cosas para volver unos minutos más tarde, entrar lentamente, con los ojos cerrados y percibir con mi olfato ese amado aroma, es único, maravilloso y me trae tantos lindos recuerdos atesorados celosamente en mi ser.
Que palabra tan compleja es el amor; algunos han tratado de definirla con astuta valentía, otros la pronuncian a diario sin ser conscientes de su significado real, unos más creen que sólo es un simple vocablo y hay los que piensan que esta emoción, este sentimiento o condición no existe.
Cavilemos amables lectores, en estos días en que pareciera que importa más la encarnizada batalla por lo inalámbrico que el amor a la humanidad. En estos tiempos del litio, de baterías de mayor capacidad y duración, en esta era en que se muere el dinero físico, de vacunas, cubrebocas así como refuerzos pareciera que el amor se está extinguiendo, que sólo reina el interés con caos, que la tónica de lo humano es lo corrupto, la destrucción, la extinción y la indolencia. Pero, ¿Usted sabe lo que es el amor?
No hay fórmula algebraica, explicación matemática o modelo teórico que alcance a explicarlo, todos los esfuerzos son en vano, el amor se escapa de las convenciones científicas, yendo más hacia el terreno de lo imposible, lo metafísico y lo espiritual. En ese tenor habrá que preguntarnos si existe el amor, yo creo, percibo, siento que sí existe, el mundo está lleno de su esencia, es como el antiguo éter llenando el espacio, sin que pueda verse, olerse o palparse, pero se siente, ahí está.
El amor es como la filosofía, no se sabrá qué es sino hasta experimentarlo, vivirlo, sentirlo, padecerlo, disfrutarlo y necesitarlo de nuevo; el amor es una experiencia personal, habrá tantas definiciones del amor como tantos individuos pensantes existan en la tierra. No todos los besos con amor son iguales y un beso de amor no se le da a cualquiera.
Luego viene la idea de Dios, que con su amor infinito y perfecto, me lleva a creer, concibo que su amor es inmerecido, que no soy digno de él y que mi propia finitud al igual que mi imperfección me descalifican de inmediato para percibirlo con mi limitado ser, sumiéndome en una angustiosa, pero necesaria postura agnóstica.
Sé que amo al universo pese a su enormidad inconmensurable, amo al mundo con todas sus bellezas y peligros, me siento enamorado de la vida que se me escurre en cada segundo, minuto, hora, día semana, mes y año, amo a la humanidad muy a pesar de nuestra naturaleza evidentemente contradictoria, tanto igual que autodestructiva; me amo a mi, aún sabiéndome humano, lleno de feos defectos, malformaciones conductuales y toda clase de patologías individuales adquiridas en el pasado a fuerza de errores propios y de otros.
Amo el arte en todas sus manifestaciones, es la manera más bella de perder el tiempo, amo sentirme sorprendido, sobrecogido, entusiasmado ante lo bello, la proeza, me enamora la infantil mirada, el roce de una planta sobre mi piel, el cálido viento que mece mis cabellos; adoro estar vivo, no le envidio nada a las piedras ni a los ríos, ellos podrán quedarse por milenios y yo apenas si seré un brevísimo suspiro en el calendario cósmico, pero yo pude percibirme, darme cuenta de mi en el mundo, supe de mi y la implicación de mi existencia. Cómo me hubiese gustado aprender a amar como aman los árboles que son las criaturas resilientes por excelencia, pero no me quejo.
“Mi cara es mía, mis manos son mías, mi boca es mía, pero yo, no. Yo soy tuyo”.
Capitán fantástico
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