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En tránsito La violencia al conducir Jesús Ricaño Herrera


La violencia en las calles es un hecho que no podemos negar, mucho se ha especulado desde todos los campos del saber humano que la violencia tiene orígenes diversos. Hay quienes afirman que es un factor genético, otros más advierten que la genealogía de lo violento está en los factores sociales, unos más persisten en afirmar que la violencia es biológica, que se encuentra en el instinto de supervivencia.


En el campo médico nos dicen que la violencia se dispara cuando hay deficiencias en algunos tipos de neuronas que dejan de producir serotonina; los educadores y sicólogos por su parte van a decirnos que la violencia se aprende y se aprehende; los modelos mandan, los pequeños los seguirán.


La ciencia no tiene un solo método, tiene muchos y es en esa diversidad donde la filosofía tiene mucho que decir a este respecto, por ejemplo, David Hume en su “Tratado de la naturaleza humana” presentaba al hombre como un animal de costumbres, en el Leviatán hay una frase digna de repetir, “El hombre es el lobo del hombre” Thomas Hobbes.


Ahora, en el vasto universo de la vía pública, cada caso violento, cada persona agresiva y cada víctima tienen características únicas e irrepetibles, luego encasillarlas en una sola explicación es ocioso e incluso peligroso, arriesgándonos un tanto con el tema, hemos de atender los universales, es decir, estudiemos las constantes en la violencia al conducir desde todas las perspectivas posibles en el tránsito.


Los que conducen de modo violento aprendieron un modelo de manejo ofensivo que les funciona; logran abrirse paso dado que los demás se ven amedrentados, también veremos al que con agresividad se abre paso en la vialidad, aprovecha la distracción de otros para ganarles el lugar, se adelanta y en estado de emergencia, con toda clase de incidencias, llega a su destino en el tiempo que se impuso, la patológica necesidad de hacer más en menos tiempo, la calidad no importa.


De igual modo vemos al torpe, al lento, al indeciso que con su violento marasmo empuja a otros a arriesgarse, a tomar decisiones precipitadas, la desesperación y la prisa son sentimientos violentos e irracionales, ante la urgencia decidimos sin pensar, hacemos maniobras sin tomar en cuenta las consecuencias, limitantes o imposibilidades físicas.


Adelantando la hilera de autos varados en un embotellamiento, haciendo alarde de temeridad vemos al que gusta de competir contra otros, adora medirse con los demás y salir triunfante, por no decir impune, las reglas no le significan nada, la seguridad desde su entender es para débiles, hará lo que sea, legal o no para vencer, para alzarse con la pírrica y efímera victoria en la carrera de la vida.


Urge en casa, guiar a nuestros pequeños, dotarlos de un sentido de legalidad natural, la búsqueda del bien siempre es una decisión, enseñemos a decidir. La conmiseración urge, igual que la solidaridad y la empatía, tenemos como meta abandonar la parte animal que cada uno de nosotros tiene en nuestra propia naturaleza y abonar al ser humano para que crezca siendo gigante en su finitud, para que sea feliz en la confluencia.


Conductores violentos tenemos muchos, nos urgen buenos conductores, no olvide que usted es necesariamente un modelo a seguir para otros. Agradezco el favor de su tiempo, por favor no se distraiga, sigamos en tránsito. Comentarios a jojerihmx@gmail.com


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