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EXPRESO CORTADO Gilberto Medina Casillas

COLOMBIA, HOY ¿Y MAÑANA?


La noticia es: “Después de cuatro décadas de lucha, primero en armas y luego en democracia, un revolucionario de anteojos que sobrevivió a la tortura y el exilio quebró la historia de Colombia. A los 62 años, Gustavo Petro se convirtió en el primer presidente de izquierda electo del país”.


Primero una semblanza de este hombre. “Nació en una familia de clase media en un pueblo de la sabana del Caribe, tierra de ganado y algodón. Su padre era profesor y su madre, militante de un partido nacionalista. Fue educado por sacerdotes lasallistas y se graduó como economista. Orador consumado, en su vida política siempre ha enarbolado las banderas de la ruptura y el cambio. Ha hecho suya la defensa del medio ambiente: plantea frenar la exploración del petróleo y la transición hacia energías limpias.


Petro militó por 12 años en el M-19, una guerrilla nacionalista de origen urbano, antes de firmar la paz en 1990. Fue detenido y torturado por militares, y estuvo preso durante un año y medio. Tras firmada la paz en 1990, llegó al Congreso en 1991 y más adelante a la alcaldía de Bogotá (2012-2015).


Poderosos sectores económicos y de las Fuerzas Armadas ven a Gustavo Petro como una amenaza, un “salto al vacío, un izquierdista que llevará al país hacia un socialismo fallido”. (Entrecomillado de Excélsior). Gustavo Peto se ha pronunciado por formar un eje izquierdista latinoamericano con México, Chile, Argentina y Brasil.


En su toma de posesión dejó ver detalles muy interesantes, sus primeros ataques a los Estados Unidos, la reapertura de la frontera con Venezuela. Pese a que la mayor parte del discurso osciló entre premisas conciliadoras, la primera intervención dirigida hacia el gigante americano fue considerada como retadora, al señalar a Estados Unidos como el principal responsable en la emisión de gases de efecto invernadero y de las consecuencias generadas por el cambio climático, absorbidas en gran medida por países latinoamericanos. Sobre esto, Petro apuntó al diálogo y a una nueva forma de entendimiento que permita un apoyo mutuo.


Aunado a ello, Petro se ha pronunciado anteriormente a favor de la legalización de las drogas y una revisión del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, cuestiones que distan al apego estratégico que se había mantenido con Washington en anteriores gobiernos. Resalta también que inmediatamente después del triunfo petrista, el Embajador de Colombia en Estados Unidos, Juan Carlos Pinzón, anunció su renuncia. (‘Ya le echaron al corral otro gallito de pelea a los gringos’, diría mi abuelita Jovita, que en paz descansa). Aún no está clara su relación con Cuba, Nicaragua y Bolivia, dando por hecho que el abrir la frontera y retomar relaciones diplomáticas con Venezuela, se entiende como una acción ‘bolivariana’.


Después de haber sido felicitado por casi todos los presidentes de la región, Petro propuso un “diálogo en las Américas sin exclusiones de ningún pueblo, en toda la diversidad que es América”. Esta afirmación reverbera más allá de un simple llamado por el propio contexto en el que se presenta. Por un lado, se hace una clara referencia a la reciente Cumbre de las Américas en donde se vivió un clima de tensión ante exclusiones, ausencias y quejas de una gama de países. La mayor interrogante es de qué lado de la balanza izquierdista se inclinará el nuevo gobierno colombiano bajo este paradigma libre de exclusiones: si hacia el bloque bolivariano conformado por gobiernos asociados a prácticas autoritarias y dictatoriales como Cuba, Nicaragua y Venezuela; si estrechará lazos con gobiernos ideológicamente izquierdistas pero con tendencias populistas como el de Argentina, México y Perú, o si por el contrario, aprovechará la coyuntura para posicionar una izquierda progresista de la mano de gobiernos como el chileno y el de Brasil, con Lula Da Silva en la presidencia.


Ahora, los invito a que veamos la situación desde arriba.


Antes de Colombia, la izquierda regresó al poder en Chile, Perú, Bolivia, Argentina, México y Honduras, en la mayoría de casos con una marcada distancia de un ala radical ya instalada en Cuba, Nicaragua y Venezuela. La pregunta obligada es: ¿por qué están ganando el poder los partidos de izquierda, entendiendo por ésta la simpatía por la igualdad social?


El New York Times nos ayuda a entenderlo: ‘en las últimas semanas de 2021, Chile y Honduras votaron con determinación por presidentes de izquierda para reemplazar a líderes de derecha, con lo que se extendió un cambio significativo que lleva varios años ocurriendo en toda América Latina. Los niveles de pobreza se encuentran en el nivel más alto de los últimos 20 años en una región en la que un efímero auge de las materias primas permitió a millones de personas ascender a la clase media tras el cambio de siglo. Varios países se enfrentan ahora a un desempleo de dos dígitos, y más del 50 por ciento de los trabajadores de la región están empleados en el sector informal.


Los escándalos de corrupción, el deterioro de la infraestructura y la ausencia crónica de fondos en los sistemas de salud y educación han erosionado la confianza en el gobierno y las instituciones públicas. El sufrimiento económico, el aumento de la desigualdad, el ferviente descontento con los gobernantes y la mala gestión de la pandemia de COVID-19 han impulsado un movimiento pendular que se distancia de los líderes de centroderecha y de derecha que dominaban hace unos años’.


La izquierda ha prometido una distribución más equitativa de la riqueza, mejores servicios públicos y redes de seguridad social ampliadas. Con el aumento de la inflación y el estancamiento de las economías, los nuevos líderes de América Latina tendrán dificultades para lograr un cambio real en los problemas profundos, dijo Pedro Mendes Loureiro, profesor de estudios latinoamericanos en la Universidad de Cambridge. Hasta cierto punto, dijo, los votantes están “eligiendo a la izquierda simplemente porque en este momento es la oposición”.


Los avances de la izquierda podrían impulsar a China y socavar a Estados Unidos mientras compiten por la influencia regional, dicen los analistas, al presentarse una nueva cosecha de líderes latinoamericanos desesperados por lograr el desarrollo económico y con más apertura hacia la estrategia global de Pekín de ofrecer préstamos e inversiones en infraestructuras.


Usted, amigo lector, ¿cree que esta acción podría dificultar que Estados Unidos siga aislando a los regímenes autoritarios de izquierda en Venezuela, Nicaragua y Cuba? Yo no lo creo, pienso que más bien otros países totalitarios serán agregados a la lista negra de las dictaduras que tienen los Estados Unidos.


Volviendo a Colombia y a Petro, una amiga colombiana escribió: ¿A ver qué tal nos va?




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