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EXPRESO CORTADO.- Por: Gilberto Medina Casillas



Ricos y pobres, pobres y ricos.

El sábado 20, solsticio de verano, escuché a mi tío, Tomás Mojarro, en su reflexión de teoría política, que hace en su canal de YouTube. Su tema, recurrente al extremo, ‘los males sociales que acarrea el capitalismo’, lo abordó desde la Biblia. La idea, consistente en tomar argumentos en contra de los ricos, intrínsicamente capitalistas, usando versículos de la Santa Biblia; en su charla, desarrolla Mojarro, con incidía ‘de la buena’ (si la hubiere), un juego de citas bíblicas con las cuales descalifica a los ricos persé. Éxodo, Salmos, Proverbios, Jeremías, Mateo, Lucas, estos últimos ponen palabras de Jesús, donde se denuesta claramente al rico. Y Santiago sencillamente se adelanta a León XIII.

En la visión con perfil de perene lucha de clases, juego de la vida donde claramente los capitalistas van ganando, los ricos son intrínsicamente aborrecibles. No pasarán, sino por el ojo de una aguja, si acaso, al reino de Dios.

Continuando con las radicalizaciones de mi tío Mojarro Medina, el maniqueísmo, forma de pensar característica por su carencia de matices, se ha trasladado a la teoría política. Ha combinado el negro/mal y blanco/bien, con Izquierda/bien y Capitalismo/mal, entonces ricos/mal, pobres/bien. Como diría Chiquito de la Calzada: ¿se dan cuen…?

Entonces aparece el parónimo de rico, que además tiene la connotación de víctima: el pobre, más precisamente, los pobres. Los ricos son personas, familias o grupos de interés; los pobres, multitud. En esta óptica, los obreros y empleados son explotados mediante el empleo, así, los patrones se enriquecen con el trabajo de todos sus empleados.

Es la forma de ver las cosas de 1968, cuando se agitó la sociedad posguerra, en un ambiente proclive al marxismo-leninismo (pregúntenle a la hoy BUAP), cuando se nos hacía ver a la U.R.S.S. como el gigante que ofrecía la opción socialista frente al capitalismo rabioso (que lo hay) y al que culpa (hasta hoy se sigue haciendo) de toda la pobreza del mundo, de la ambición desmedida de una plutocracia que reina desde la más alta cúpula del ilusionismo, el dinero.

Volviendo a la satanización que hace Tomás Mojarro del capitalismo y creyendo, con esa fe heredada por los innumerables rosarios de la infancia, en un mundo nuevo, brillantemente de izquierda, sin forma definida, pero como una aspiración social que, dadas las condiciones de una economía de mercado mundial, resultan utópicas.

Al concluir mis talleres de marxismo en la ENAH, les proponía a los participantes, el símil siguiente: “Siendo la economía mundial un foco, ¿cómo quieren extraer un filamento, sin romperlo?”.

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