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El 15 de noviembre de 1776 nació en Ciudad de México José Joaquín Fernández de Lizardi, escritor y patriota que pasó a la historia como el Pensador Mexicano. Se graduó de bachiller en letras en la Universidad de México, en la que también estudió teología. En 1805 empezó a escribir en el Diario de México, con lo que inició una carrera periodística comprometida con la realidad social de su época y con la que se identificó con las posiciones independentistas de los primeros insurgentes (1808).
En 1811, Fernández de Lizardi fue un asiduo visitante de doña Josefa Ortiz de Domínguez, recluida en Ciudad de México por su activa participación en la preparación del movimiento independentista de Nueva España, encabezado por Miguel Hidalgo. En 1812 colaboró con el generalísimo Morelos en la toma de Taxco y, según algunas fuentes, encabezó una pequeña partida de insurgentes. Fue hecho prisionero por los realistas y liberado poco después.
Tras su salida de la cárcel ese mismo año, Fernández de Lizardi se acogió a la nueva legislación española emanada de la Constitución de Cádiz, que permitía la libertad de imprenta, y fundó ‘El Pensador Mexicano’, un periódico que censuraba abiertamente al gobierno colonial, criticaba a la Iglesia católica y defendía a los indios del virreinato. En 1814, debido a una sátira escrita sobre el virrey Francisco Xavier Venegas, Fernández de Lizardi visitó por segunda vez la cárcel y su publicación fue clausurada.
Entre 1814 y 1816, después de dejar la prisión y en plena guerra de independencia, publicó los periódicos Alacenas de Frioleras, La Sombra de Heráclito y Demócrito. Este último año comenzó a publicar El Periquillo Sarniento, libro moralizante con el que se inicia la novela hispanoamericana y que a lo largo de dos siglos ha sido popular y apreciada. La primera edición de El Periquillo salió a la luz por entregas, en tres volúmenes y un cuarto suspendido por la censura. Fue publicado completo y de manera póstuma hasta 1830. Entre 1817 y 1819 escribió tres novelas más: La Quijotita y su prima, Noches tristes y día alegre y Don Catrín de la Fachenda, publicada después de su muerte.
En 1821 vuelve a la cárcel y un año después es excomulgado por la Iglesia debido a la defensa que hace de la masonería. Ya en la primera etapa del México independiente, dio vida a los periódicos El amigo de la Paz y de la Patria (1822), El amigo de Perico (1823), Conversaciones del Payo y el Sacristán (1824) y El Correo Semanario (1826 y 1827).
Antes de que en 1827 lo alcanzara la muerte, redactó un testamento en el que escribió unas célebres “mandas forzadas” de tono satírico, la última de las cuales dice: “Encargo a mis amigos que, sobre la blanda tierra de mi sepulcro, o más bien en sus corazones graben el siguiente sencillo epitafio: ‘Aquí yacen las cenizas del Pensador Mexicano, quien hizo lo que pudo por su patria’”.
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