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Neolaía - Por Darbien Elihú Miramontes

Un té extraño. -


Este relato es fantasioso y no busca ofender a nadie, es más que nada reflexivo.


Otra vez se levantó, era más de las dos de la madrugada, pero cada pasar del reloj le evocaba un mal presentimiento, sus ojos se abrían de improvisto y un aire entraba de golpe a sus pulmones. Sabía muy bien que el motivo de su desvelo no eran pesadillas, puesto que no tenía sueños desde hace algunos días, desde aquel día.


Esta situación ya le estaba sofocando así que para calmarse decidido preparar un té de manzanilla, era el que más le gustaba, tomo un dulce y volvió a la cama.


Parecía haber funcionado, se recostó, se movió un poco, para al final quedar dormido. Pero eso no duró mucho, pasó lo mismo que hace unos instantes; miró el despertador, pero algo era diferente, no entendía los números; primero era un tres, luego un siete, cambió a cinco y continuó la secuencia. Se levantó para ir a la cocina, pero se topó con algo que la causó más intriga que miedo. Al ser abierta la puerta todo estaba en total oscuridad que solo dejaba divisar a lo lejos un sillón marrón individual al lado de uno de color carmesí, solo que este sillón era más alto y de costuras muy finas.


Se acercó a verlos, observando cada mínimo detalle, mientras que decidió sentarse en el de color rojo. Sentado veía todo, que realmente no era nada, solo oscuridad, tuvo la misma sensación de vacío como la de ver una pared blanca, hasta que escuchó una voz que le decía: “Ese es mi sillón, el otro es el de visitas”.


¡Saltó de la impresión!, aquella voz era de hombre, extremadamente gruesa, pero al voltear vio a una dulce ancianita que se asomaba a un lado de él. Rápidamente se levantó y se sentó en el otro sillón sin quitar la mirada de ella. De un momento a otro la señora se sentó y apareció frente a ellos una mesa con unas tazas; solo volteó a verlas un segundo y al regresar la mirada ya no estaba la anciana, sino un niño que no parecía tener más de 12 años. La cara del niño parecía extrañada, por su comentario mientras tomaba de la taza.


Él le seguía preguntando por lo sucedido mientras en un parpadeo el niño desapareció y ahora veía a un joven al frente suyo.


“Eso pasa cuando no quieres ver a nadie, no ves a una persona en específico, en su lugar ves a todas las personas que podrías ver o no”. La repuesta fue corta y no lo satisfacía, pero al menos lo calmó un poco. ¿Estoy muerto? Silencio fue lo que estuvo por esos segundos. Que sea la muerte no significa que estes muerto, o no aun, ni yo sé cómo funciona. Así que te gusta el café o té.


Tomo la taza y vio un té de manzanilla, en el fondo de la taza decía “extraño” solo una risa y murmuro “Un té extraño” miro enfrente y ahora había una mujer de mediana edad a la que con ojos llorosos le reclamaba el haberlo hecho, el llevarse con ella a ella.


Se alzó de golpe dejando caer la taza, pero se sintió débil, regreso a su lugar y al presenciar la mesa, la taza seguía allí. “Ella también te extraña, no puede regresar, pero dice que debes seguir, que no te rindas”.


Se levantó, era más de las tres de la madrugada, pero esta vez ya no tuvo esa sensación, el té le ayudó.




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