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Neolaía - Por Darbien Elihú Miramontes

¿A dónde ir cuando no quieres estar en ningún lado?


Tomé mi par de tenis favoritos, no creía necesitar nada más, solo unos tenis, ni una foto, ni el teléfono, solo los tenis.


Era muy temprano que apenas se percibía la salida de el solo, una mochila vacía y una billetera que predecía el mismo destino. No estoy huyendo, para poder huir se necesita tener un punto de partida y uno de llegada. Yo en cambio no voy a ningún lado puesto que no vengo de ninguno otro.


El momento era tranquilo; el no haber ruido me otorgo cierta paz, algo que me extrañaba, era algo que yo extrañaba. Solo lo disfrute y continue en mi marcha sin dar vuelta atrás, o hacia atrás, o a ningún lado.


Pasaba un rio, no sé cómo, pero se mojaron mis tenis, primero se me cayó uno al agua y la corriente lo empujaba; cuando lo intenté sacar el otro par se abalanzó sobre la corriente tal que ambos estaban inversos en ella. Lograron salir los tenis todos empapados, pero no entendí como ni que pasaba, tan siquiera si llegaba… Pero no podría llegar, así que solo estaba, aunque no entendía si aun existía.


Ya no sabía si era yo, era él, nosotros somos y éramos lo que podríamos ser. Es paz, felicidad, miedo, silencio.


Desperté, las luces eran muy fuertes para aquel momento en que mi cuerpo reaccionaba con todos los sentidos; las heridas dolían, sentía que en mis pulmones que abundaba el agua y en mis pies el frio. Tomé mis tenis favoritos y no me sirvió de nada, los perdí.




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