
6 de abril.- Día Internacional del Deporte para el Desarrollo y la Paz
La ONU decidió proclamar este día, con el firme objetivo de concientizar acerca del papel que el deporte puede desempeñar en la promoción...
Por Valente Salazar Díaz
Ya en ocasiones anteriores hemos dicho en esta columna que a lo largo de la Historia la humanidad ha evolucionado en su estructura social, pasando de formas de gobierno absolutistas en la Antigüedad –detentadas por reyes o emperadores o bien por una jerarquía religiosa- a formas más participativas, de las cuales la democracia ha conseguido representar los intereses, sino de todos, sí al menos de una mayoría relativa de la población. Es obvio señalar que un gobierno en el cual toda la población en absoluto haya acordado ser gobernada por alguien y tenido exactamente los mismos intereses políticos no se ha visto jamás.
También dijimos que en Occidente la Modernidad en la política se ha identificado con la Revolución Francesa, que planteando los ideales de libertad, igualdad y fraternidad se opuso al absolutismo de la dinastía de los Luises. Si bien terminó volviéndose un baño de sangre al apoderarse del gobierno Robespierre y los ‘jacobinos’; pero a pesar de esto último el ideal revolucionario caló hondamente en las naciones de Europa y América, en la cual se sucedieron una gesta de guerras independentistas que acabaron convirtiendo a la América toda en una serie de Estados democráticos.
En la política es importante señalar la influencia del ideólogo alemán de origen judío Karl Marx, quien en su obra fundamental El capital, publicada en 1867, estableció las bases de la política socialista a través de la crítica al sistema capitalista que, en aquellos tiempos, ejercía una explotación laboral injusta hacia las clases obreras; y aunque Marx utilizó algunos conceptos que nunca dijo cómo los interpretaba, ni se han cumplido en realidad jamás ninguna de sus predicciones, sí logró que sus seguidores pensaran en la revolución social como el medio de llegar a obtener al fin la justicia social, las revoluciones mexicana y rusa surgieron de estos ideales.
Sin embargo, el ideal de la sociedad justa que la Modernidad soñara jamás se ha concretado, y de hecho fueron las tensiones políticas entre las grandes naciones y las económicas entre clases obreras y capitalistas, las que en el fondo causaron las dos grandes Guerras Mundiales durante el siglo XX, en las cuales murieron millones de seres humanos inocentes víctimas de la barbarie y cuyas consecuencias se prolongaron por muchos años más en la entonces Unión Soviética, China y los países “socialistas” respaldados por estas grandes potencias.
Aquella sociedad justa que Marx pregonara para las clases obreras en su ideología política se convirtió sólo en letra muerta y millones de víctimas inocentes pagaron al precio de sus vidas el solo pensar de distinta manera.
Fue en este contexto cuando un sobreviviente de la Segunda Guerra, el británico George Orwell escribiera su novela “1984”, anagrama de 1948, año en que fue escrita. En ella describe una sociedad en la cual las garantías individuales han sido suprimidas por un partido político que conduce a la gente a idolatrar a un líder, el Gran hermano, descrito como un doble físico de José Stalin, el cual es a la vez ausente, pues nadie lo ha visto en persona jamás, pero omnipresente a través de una gigantesca red de videocámaras y espías que delatan a los ciudadanos que puedan dudar del sistema. Esta obra ha inspirado a multitud de novelas y también películas de ficción en las cuales existe una sociedad que es funcional, pero al costo de la pérdida de la individualidad y la supresión brutal. Es la antítesis absoluta de la ciudad feliz, la Utopía que soñara Santo Tomás Moro.
En la actualidad, a pesar de estar ya en los umbrales del siglo XXI, existen en el mundo contemporáneo aún gobiernos teocráticos como el de Irán regido de facto por los Ayatolás o el horrendo gobierno Talibán en Afganistán, así como dictaduras como la de Korea del Norte, donde el culto al líder se impone sobre cualquier intento de disensión, mediante la violencia, la coerción y la muerte.
Es ante esta perspectiva actual que muchos filósofos y otros teóricos hablan de la llegada de la Posmodernidad y el fin del sueño de la Sociedad Justa que la Modernidad ofreciera a la Humanidad. Al comenzar el año 2022 los hombres no hemos podido encontrar la paz mundial ni los ideales de igualdad, libertad y sobre todo fraternidad.
Concluyo no sin antes de desear a los amables lectores de este semanario que los retos que nos presenta este año que inicia sean superados y que encuentre cada uno de nosotros lo que es realmente importante en la vida: el amor, la paz y la felicidad.
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