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Por si no lo sabías - Por Valente Salazar Díaz


¿Qué es la morada digna del Hombre?



Probablemente la más grande aspiración de la Humanidad en la época de la Modernidad ha sido la de transformar el mundo en una morada digna para las generaciones venideras. Es bueno recordar que la humanidad, con todo lo que ha avanzado desde su aparición en el planeta en su organización social, cultura y tecnología hace unos 300,000 años, es en realidad una especie bastante reciente en la historia de la evolución biológica y además surgida de una familia de mamíferos primates –los homínidos- en realidad poco exitosa, con una docena de especies conocidas ya extintas y una sola sobreviviente que es la nuestra, el Homo sapiens sapiens. En comparación con la antigüedad y biodiversidad de organismos como los insectos o los tiburones, los humanos nunca pasaron de ser unas pocas especies que coexistieran como en el caso de los hombres de Neandertal y los hombres actuales; aunque el registro fósil es muy incompleto su misma escasez revela esta poca presencia en la faz del planeta.


El primer gran salto de los primeros homínidos fue el de abandonar la vida arborícola que en inicio compartieran con sus parientes evolutivos los monos para descender a tierra firme, lo que resultó en un aumento del volumen corporal, modificaciones anatómicas para erguirse y caminar sobre sus extremidades inferiores y, sobre todo, en el desarrollo de la habilidad manual, lo que como resultado generaría a su vez el aumento de la capacidad craneana al aumentar el volumen del cerebro y hacerse éste más complejo.


En un segundo momento el desarrollo de la vida social, que ya hemos descrito en la anterior edición de esta columna, condujo al nacimiento de las primeras grandes civilizaciones, impulsado por la domesticación de animales de tiro y carga, el desarrollo de la agricultura y el dominio de los metales cobre, hierro, bronce y finalmente acero, que permitieron abandonar la tecnología de la piedra, aunque también hicieron posible el desarrollo de las armas y el flagelo de la guerra, que aún existe como una constante en nuestra historia.


Con la llegada a la Edad Moderna el surgimiento de la Revolución Industrial modificó de nuevo la forma de vida humana, llevándonos a la urbanización y al posterior gran salto de las ciencias y la tecnología en la Edad Contemporánea, que en las últimas décadas ha transformado el mundo en formas nunca antes pensadas.


Existen aún, como todos sabemos, grupos sociales que han preservado sus formas ancestrales de vida tribal a despecho de los grandes cambios que ha traído la Modernidad, tal es el caso de los pueblos indígenas de la Amazonia o Papúa Nueva Guinea, por citar sólo algunos. Sin embargo, la presión del avance urbanístico y la explotación de recursos naturales en aquellas regiones para satisfacer las necesidades de la industria y el comercio hacen que su futuro sea francamente incierto.


En las sociedades económicamente más favorecidas se ha logrado la modificación del ambiente introduciendo sistemas de calefacción o climatización ahí donde las temperaturas llegan a ser extremas, y hoy se avizora ya el auge de las llamadas “energías limpias”, como la solar o la eólica, en un intento de abandonar aunque sea en parte la dependencia de los combustibles fósiles, cada vez más escasos y contaminantes.


Tal vez el efecto más determinante en nuestra calidad de vida actual se deba al desarrollo de las vacunas, a partir de los inicios del siglo XIX con las investigaciones de Edward Jenner sobre la vacunación contra la viruela negra, que permitió abatir la gran mortalidad infantil que existía hasta esa época y en consecuencia aumentar exponencialmente la población mundial; y en segundo lugar el desarrollo de los antibióticos en 1928 por el médico Alexander Flemming, al estudiar el hongo Penicilium notatum, lo cual permitió salvar a miles de soldados y civiles durante la segunda guerra mundial.


De la vida en las cavernas o nómada a las modernas ciudades la Humanidad ha logrado un desarrollo impresionante en poco tiempo, más evidente aún si se piensa que la mayor parte de los recursos para el aseo e higiene personal de los que hoy disponemos eran desconocidos hace unos doscientos años, así como los avances de la medicina actual. Podríamos pensar que, aún con la enorme desigualdad económica y social que persiste en las diversas regiones del planeta y aún de nuestro país, los humanos hemos logrado hacer de este planeta una morada si no digna, al menos mejor que la que conocieran los hombres de los siglos pasados.


Con todo, el desarrollo urbano e industrial ha tenido también sus consecuencias negativas, pero éstas se analizarán más adelante al abordar lo que algunos llaman ya la Posmodernidad.



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