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Por si no lo sabías - Por Valente Salazar Díaz


¿Qué mundo esperamos?


En las pasadas apariciones de esta columna hemos hablado sobre los problemas que la Humanidad confronta actualmente y sobre las posibles acciones que nos podrían ayudar a salir de éstos, y para finalizar este análisis es conveniente ahora realizar un breve recuento de cómo es que hemos llegado a esta situación, y sobre todo de lo que deseamos sembrar para el futuro.

La Humanidad apareció sobre la faz de la Tierra según cálculos aproximados hace unos 200,000 años en el continente africano; coexistiendo con algunas especies de Homínidos que, aunque anteriores en el tiempo, no eran ascendientes directos de la actual especie humana; éstos fueron el Homo erectus, y posteriormente el Homo neanderthalensis, también llamado el Hombre de Neandertal. Aunque para una persona 200,000 años pueden ser vistos como una eternidad la verdad es que en el proceso de la evolución de la vida sobre la Tierra son sólo un poco de tiempo. Se ha establecido en alguna ocasión la comparación de la Historia Geológica del planeta con un libro en el cual cada página equivaldría a un millón de años a partir de la formación del planeta, de donde tendríamos un libro con 4,543 páginas. Los Homínidos aparecerían en el último párrafo de la página final y nuestra especie tan sólo a mediados del último renglón; así de corta sería la existencia entera del Homo sapiens sapiens.

Comparados con el desarrollo evolutivo de los helechos o los insectos la Humanidad se nos muestra como algo efímero. Hacia el año 3000 a. C. los hombres vivían aún en la Edad de Piedra, y quienes hoy utilizamos un teléfono celular, vemos un televisor o nos transportamos en un coche olvidamos muchas veces el gigantesco salto tecnológico que nos llevó de un cuchillo de piedra a estas comodidades que son ya cotidianas para nosotros.

¿Cómo pudo ocurrir semejante cambio? Los paleontólogos han deducido, a partir del escaso registro fósil que se ha hallado, que la evolución de la especie humana se aceleró a partir de tres grandes cambios: la posición y la marcha erecta, la modificación del pulgar oponible, y el aumento de la masa cerebral en relación a sus especies ancestrales, como el Homo habilis. Esta última modificación implicó el desarrollo de una inteligencia superior a la de todos los demás primates.

Así pues, ha sido nuestra capacidad de inteligir el entorno y responder a sus constantes cambios lo que logró el avance de nuestra especie hasta lograr establecer el mundo que hoy conocemos. La religión, la filosofía, la ciencia y la tecnología, el desarrollo de las grandes civilizaciones, todo ello se ha logrado gracias a nuestra capacidad de comprensión; pero no todo ha sido “miel sobre hojuelas” en el curso de nuestra Historia.

Las sombras de los cuatro jinetes apocalípticos –la peste, la guerra, el hambre y la muerte- siguen persiguiendo a una Humanidad que aún hoy se debate entre la desigualdad, la violencia, la enfermedad y la incertidumbre por el futuro cercano.

En la próxima edición de esta columna abordaremos la discusión sobre el mundo que esperamos alcanzar algún día… mundo que nos lleve a la realización de una Humanidad mejor.




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