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Por si no lo sabías - Por Valente Salazar Díaz


¿Qué es una Utopía? (III)



Anteriormente hemos dicho que son los instintos más primitivos de nuestra especie- los que muchas veces generan entre los miembros de una comunidad agresión, discordia y violencia, por querer predominar sobre los demás. Pasaremos ahora a hablar brevemente sobre cómo esto se refleja a nivel social.

Desde el surgimiento de las primeras comunidades humanas –reunidas por la necesidad de sobrevivir como grupo, pero aun sin normas sociales formalmente establecidas- los primeros hombres debieron desarrollar los conceptos de familia, propiedad y liderazgo para sobrepasar el nivel de vida nómada de una horda de cazadores, que en sus inicios permitió la existencia y desarrollo de nuestra especie. Gracias al desarrollo de la agricultura y la cría de animales domésticos se establecieron primero aldeas, posteriormente pequeñas ciudades y eventualmente las antiguas grandes civilizaciones, como las de Babilonia en Asia o Egipto en África.

Aunque por un lado el desarrollo de aquellas civilizaciones llevó a su engrandecimiento y prosperidad, por otra parte habría de conducir primero a la ambición de dominar territorios cada vez mayores y convertir en tributarios a los pueblos extranjeros y posteriormente a establecer rutas comerciales que les permitieran proveerse de mercaderías; es en este punto cuando el afán de dominar sobre el mundo de su época surge como un reflejo ya social de la primitiva ambición, del deseo de poder y dominio sobre “los otros”. En este punto la tensión entre los pueblos lleva a la aparición de la guerra como un fenómeno que aún hoy sigue azotando a la humanidad. Desde la lanza, el arco y la flecha hasta los jets de combate y los misiles no ha existido prácticamente un solo periodo de la Historia en el cual no existiera guerra en algún lugar del mundo; los grandes imperios del pasado, como China o Roma, al igual que las “potencias mundiales” actuales, como EEUU y Rusia, se levantaron sobre sangre y fuego.


Tan sólo el siglo XX atestiguó dos grandes Guerras Mundiales, que originadas ambas en Europa tuvieron repercusiones más allá de los océanos y provocaron la muerte de millones de seres humanos, ya fuera en los campos de batalla o entre la población civil. Pero al margen de aquellas conflagraciones se han sucedido otras de menor alcance en todos los rincones de la Tierra, hasta nuestros días. Este lamentable desarrollo histórico es, tal vez, el que más ha lastimado a la Humanidad entera, impidiendo que podamos llegar a un estado, si no ideal, sí de paz y prosperidad para todos.

Sin embargo, la guerra no ha sido el único obstáculo para el logro de una sociedad mejor; tan persistente como la violencia entre los pueblos o naciones y tan antigua como ella tenemos la desigual distribución de la riqueza que conduce a la injusticia social y a la marginación de las clases sociales menos favorecidas.

Es indignante el hecho de que una buena parte de la población mundial viva sujeta al hambre y la sed, a la ignorancia y a la desposesión de un lugar digno en el cual vivir. Sólo contados países del mundo pueden darse el lujo de tener una economía donde la pobreza, la falta de educación y el desempleo han desaparecido por completo, como en el caso de los Emiratos Árabes o Suecia.

Ante esta situación algunos autores y filósofos han planteado una alternativa tal vez no deseable, pero funcional, a una sociedad utópica que vemos cada vez más lejos de conseguir. Esta es la Distopía, de la cual hablaremos en la próxima edición de esta columna.

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