
8 de marzo.- Día Internacional de la Mujer
En este día se conmemora la lucha de la mujer por su participación, en pie de igualdad con el hombre, en la sociedad y en su desarrollo...
En la reflexión que hemos hecho anteriormente sobre la situación de la gente que en todo el mundo atraviesa las fronteras de su país de origen, nos hemos enfocado principalmente en la figura individual del migrante y hemos dicho que éste no puede ser catalogado dentro de un prototipo que abarque las diversas condiciones y motivaciones por las cuales una persona decide establecerse temporal o definitivamente en tierra extraña.
Pasaremos ahora a discutir sobre otra dimensión de este fenómeno, que es la de las consecuencias sociales de la llegada –multitudinaria a veces- de los migrantes a su nuevo lugar de residencia. Para comprender un poco mejor esta situación podemos tomar como ejemplo la tensión que actualmente existe entre el gobierno mexicano y el estadounidense, que va en su dimensión histórica más allá del protagonismo de sus presidentes en turno.
En el caso de la migración desde -y a través de- México hacia los Estados Unidos tenemos en primer lugar que la amplia frontera norte de nuestro país limita como es sabido con un vasto territorio que alguna vez formó parte de la República Mexicana, antes de ser invadido en 1846 por el ejército norteamericano y anexado en 1848 como parte de la Unión Americana por el Tratado de Guadalupe Hidalgo. Lo anterior propició que mucho de la cultura hispano-mexicana sobreviviera en aquel territorio, por lo cual hasta cierto punto era común el traslado de personas y productos hacia uno y otro lado del Río Bravo, con relativamente pocas restricciones fronterizas. Al paso del tiempo los límites territoriales se hicieron más rigurosos, pero de todas formas existía ya una población de origen mexicano ahora considerada “norteamericana”. Este aspecto se distingue de otros procesos migratorios como, por citar un ejemplo, la emigración desde el norte de África y los países del Medio Oriente a Europa, que ha suscitado incluso el surgimiento de grupos xenofóbicos como los neonazis o “skinheads derechistas” en varios países europeos.
En segundo lugar existe la situación de que Estados Unidos es el país con mayor número de inmigrantes en el mundo, cuyo número total es de alrededor de 50 millones de inmigrantes, lo que es una población mayor que la de España, por citar un referente. De estos 50 millones de migrantes 12 millones son mexicanos, y de estos se calcula que más de 4 millones son migrantes ilegales o “indocumentados”.
Las actuales medidas del gobierno de Donald Trump de repatriar a los indocumentados ilegales son uno de los principales motivos de tensión actualmente entre nuestros países, pues muchos de ellos envían remesas de dinero a sus familias que han quedado del lado mexicano y el repatriarlos agravaría aún más la situación económica del país.
Aunado a lo anterior tenemos la situación de que México es el puente para que una gran cantidad de migrantes provenientes de otros países latinoamericanos pasen hacia la frontera norte, con el afán de atravesarla para llegar a Estados Unidos y al no lograrlo quedan varados como indocumentados en nuestro país.
Como podemos ver lo ideal sería que los migrantes indocumentados se legalizaran a través de visas de trabajo temporales, como ocurre en otros países, antes de traspasar en forma ilegal la frontera, poniendo incluso en peligro su vida. Y además se debería implementar un mayor control de la migración a través de México, que ya ha provocado enfrentamientos con las autoridades, e incluso eventos trágicos en nuestro país.
Por el momento haremos una pausa para seguir con este tema en la próxima edición de esta columna.
Deseo a todos un buen fin de semana, amables lectores.
Valente Salazar Díaz
Colaborador
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