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REFLEXIONES - Por Héctor Hernández Parra.



La persecución y muerte de un joven actor, desnuda nuevamente la carencia de eficiencia en el ejercicio de sus funciones, tanto en instituciones de seguridad pública, de derechos humanos y de procuración de justicia.


El objetivo de detener a un pequeño grupo de jóvenes que no obedecieron la instrucción policiaca de elementos pertenecientes a Cuautitlán Izcalli hasta detenerse en la vía Chamapa - Lechería en Atizapán Estado de México, a fin de poder investigar y deslindar sospechas o calificar conductas temerarias, desató la obsesión para abusar de la autoridad que brinda una placa, una patrulla y las armas de cargo. Es importante destacar que los tripulantes de la camioneta jamás realizaron algún disparo en contra de los elementos policiacos.


Los ciudadanos confiamos en que los cuerpos policiacos que observamos resguardando el orden, han acreditado exámenes, los elementos conocen los procedimientos para garantizar la vida de maleantes, delincuentes o ciudadanos en situaciones difíciles y que amenazan la paz pública. Es sabido que el protocolo incluye filmar alguna detención que sirva como evidencia de la observancia de los procedimientos.


Es inconcebible ver que una vez ubicado el vehículo motivo de la detención, elementos policiacos sometan a los sospechosos en el piso mientras el conductor permanecía inmovilizado por el dolor y la conmoción después de recibir un balazo en la cabeza sin que recibiera los primeros auxilios.


Diversas fuentes de información han difundido videos de la persecución con patrullas, de la situación final convertida en accidente, del joven actor ensangrentado, moribundo y de quien se dice, presumiblemente empuñaba una pistola y de la concentración policiaca incapaz de salvar una vida.


La noticia ha alcanzado notoriedad por tratarse de una persona del ambiente artístico, por la manera en que empiezan a aparecer inconsistencias en los reportes de las autoridades, por la rapidez con la que se le ha dado carpetazo y por la indignante liberación de los elementos policiacos que participaron en el acontecimiento.


Recuerdo esas versiones tontas que utilizó la policía, cuando en el caso Colosio se llegó a mencionar que Mario Aburto empuñó el arma, que no tenía intenciones de dispararle a Luis Donaldo pero que un empujón fue el motivo para que en un acto reflejo se disparara el arma que le quitó la vida al candidato presidencial en aquel año de 1994.

Por otro lado, el padre del joven actor ha manifestado su interés por demostrar que su hijo fue una víctima, que portar un arma no es sinónimo de ser delincuente, quizá la prueba de balística arroje datos interesantes, que se aclare si realmente el actor disparó contra sí mismo, si le fue colocada el arma, datos que determinen la verdad de los hechos.


El tinte político también puede matizar el caso, si la alcaldía de Cuautitlán Izcalli es morenista, quizá cuente con un tratamiento orientado a la opacidad y al abuso. Sin embargo, las arbitrariedades en el gobierno en el manejo del poder a conveniencia, la conducta humana se ajusta a todos los colores partidistas.


La solidaridad para los familiares del joven comediante que inició su carrera artística a los cinco años y que en la flor de la juventud deja una enseñanza de superación personal en el terreno de la actuación y del deporte, un ejemplo de vida que nos muestra lo efímera que es la existencia.

Correo electrónico hectorhernandezparra77@gmail.com



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