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Réquiem para un amigo. Por Carlos Guzmán Huerta

“Y la muerte que me agarre vivo”.


Coatepec ha perdido a un distinguido ciudadano y artesano. El vaivén de la vida hizo válida su petición. Don César Guzmán, mejor conocido como “El Tigre”, hombre rodeado de personajes importantes, como él, entregó su vida al cuero, a la madera, a las tijeras y cinturón, a las sillas de montar y hasta a las copas de vino que acaloraban su garganta para recitar, tal cual era costumbre, siempre una frase fortuita para el momento y la ocasión.

 

Lo que hizo su vivir se lo quitan, como perder un amor, un sentido, una intención, ¡una identidad!, perder no es lo mismo que ser hurtado. Pierdes algo por tu culpa, no porque quisiste que se perdiera, pero que te quiten de las manos lo que te ha sostenido, literalmente, lo que te ha hecho estar vivo y vivir, es un golpe al corazón.

 

Así como a don César se le arrebató su piel, se le arrebato su ser. Así como se fue, a Coatepec, le arrebataron, llámese la vida, llámese la muerte, algo de lo mágico que a este lugar lo hace como lo conocemos.

 

Hay ciclos que se deben cerrar, aceptar que su tiempo pasó, pero es un proceso interno, las puertas que tú mismo abriste tú mismo la cierras. Hoy, el ciclo de la vida ha llamado a Don César, para seguir compartiendo del béisbol, la tauromaquia, de la historia, de la sociabilidad y de montar a caballo en lo que ahora, en estos momentos es la Talabartería Celestial.

 

Hasta siempre, César Guzmán “El Tigre de Coatepec”

 

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